Ausencia de nutrientes existenciales

El exceso de celeridad, que ya ocupa y preocupa hasta la obsesión los pasajes de nuestra vida, hace cada experiencia más superficial y con menos nutrientes. Olvidamos que los tiempos vividos requieren de una adecuada fermentación; y, así, todo se desvirtúa y además se desvincula de su propio sustento natural. En efecto, cada cuestión tiene su instante preciso y precioso como fuente de energía, para un humanismo visible y real. Naturalmente, no hay mejor aliento que el alimento que nos enlaza a las raíces, a los ritmos del corazón, que comparte experiencias en un deseo de encontrar la música adecuada para esta armonización viviente que todos buscamos, por necesidad del cuerpo y del alma. No olvidemos jamás, que el mejor bienestar, se consigue injertando comunión de sentimientos con reunión de actitudes. Somos puro movimiento, en realidad.

Ciertamente, en algún momento de nuestra vida, tendremos necesidad de asistencia, de alivio de la carga del dolor o de carencias emotivas, afectivas y efectivas; lo que precisa de planes de acompañamiento, de estar junto al que sufre, para que pueda vencer la sensación de soledad. Es cierto que la poesía puede ayudarnos a fortalecernos de esta dolorosa sensación que hoy muchos compartimos; pero la verdad ineludible es que, en las actuales condiciones, con este modo de tratarnos unos a otros en contienda permanente, dentro del espíritu de familia que todos llevamos consigo, no hay mejor nutriente que la reconciliación. Si nos dividimos, más nos adentramos en el puro egoísmo, que sumado al fracaso en conciliar la justicia y la libertad, hace que se acreciente y se avive el naufragio hasta en el aprecio personal. Desde luego, nadie puede amar sin comenzar a amarse él mismo.

Por otra parte, la liberación sin sumisión es desorden y la sumisión sin liberación es vasallaje. Indudablemente, el mejor aire para limpiarnos es el del amor verdadero, aquel que todo lo nutre de luz y alegría. Sin duda, tenemos que reencontrarnos, eliminar el estado salvaje, regresar al hogar de siempre, para convertirnos en un manto de ilusiones y no en poblados repoblados de miserias. Sea como fuere, hay que construir, jamás destruir ni destronar a nadie de nuestro horizonte de sueños. Deberíamos ser como esas semillas comestibles de las plantas leguminosas que se cosechan para ser consumidas, y que no sólo imprimen seguridad alimentaria, también generan beneficios medioambientales. Ojalá tomemos el hálito de las minúsculas legumbres que robustecen a los suelos y a las personas, lo hacen porque sí, porque la vida interior también demanda de terrenos confortables y de una buena asimilación. 

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