enfoque
Vigor y vitalidad
La palabra vigor tiene múltiples acepciones, sin embargo en esta ocasión solo vamos a relacionarla desde el punto de vista físico, destacándose que es la gran energía que tienen básicamente las personas jóvenes y otras de más edad, pero que logran mantener gran parte de su vigor por medio de ejercicios físicos y mecánicos, aunque es sumamente lamentable que muchos atletas dotados por nuestro amado Dios de unas condiciones físicas excepcionales, hayan caído en el error de procurar mayor vigor que otros atletas, haciendo trampas, como por ejemplo usando el “veneno de los esteroides” .
La palabra veneno usada aquí no es metafórica, sino real, debido a que los esteroides ocasionan daños físicos, emocionales y morales. Los daños físicos son bastante conocidos y entre los emocionales se destacan los cambios de comportamiento con prevalencia de la irritabilidad, mientras entre los morales están el repudio que reciben esos atletas de las mismas personas que antes les veneraban.
Muchos de estos atletas tramposos pueden aparentar estando en público que son inmunes a las críticas, pero realmente no es así.
Quien esto escribe ha trabajado como médico psicólogo con equipos profesionales de nuestra pelota local y con algunas de las franquicias del béisbol de Grandes Ligas en nuestra Liga de Verano. Entonces, podríamos reflexionar qué necesidad emocional tenían súper atletas como Barry Bonds, Alex Rodríguez, Manny Ramírez, y otros como el extraordinario ciclista norteamericano Lance Armstrong para usar diferentes tipos de “veneno”, a no ser que estuviesen afectados de ideas deliroides de grandeza.
Y lo verdaderamente triste y paradójico es que ninguno de esos atletas necesitaba hacer trampas para ser famoso, grandioso y elegible para el salón de la fama de sus diferentes disciplinas deportivas. Por eso como pueblo debemos sentirnos sumamente felices, satisfechos y regocijados de que nuestro pelotero Adrián Beltré haya sido elegido casi a unanimidad (95.1%) al Salón de la Fama de Cooperstown, sin nunca ser señalado en algo deleznable, ni en lo deportivo, ni en su vida personal y familiar.
En la actualidad muchas personas se afanan, si se afanan, por lucir vigorosas, con hombres tratando de desarrollar músculos voluminosos y “cuadritos en el abdomen”, y las féminas “traseros alucinantes”, padeciendo esa ilusión afectiva de creer que esos supuestos atributos les dotaran de la capacidad de ser más atractivos y atractivas. Y los y las que no quieren esforzarse, entonces recurren a diferentes tipos de cirugías reconstructivas.
La vitalidad en cambio es básicamente afectiva. En nuestra vida cotidiana suele producirse en la mente (cerebro _ pensamientos) de muchas personas mayores de edad un autoengaño, o sea, se creen que tienen el mismo vigor de sus años juveniles. Sin embargo, lo que si podemos conservar hasta el último día de nuestra vida terrenal es nuestra vitalidad, una característica de nuestra personalidad que nos permite ver transcurrir los años con entusiasmo y optimismo, aunque estemos conscientes las limitaciones impuestas por el paso inexorable de los años.
Por esa razón, observamos con relativa frecuencia conductas que llaman la atención, de personas muy jóvenes sin vitalidad y expresando que se sienten aburridas, que es un equivalente depresivo. Contrario a eso vemos muchas personas ancianas con una gran vitalidad, incluso en medio de adversidades que pueden hacernos sentir como el magnífico actor Roberto Benigni en la hermosa película, escrita, dirigida y protagonizada por él, titulada “La vida es bella”.
A todo esto se agrega que las personas con verdadera Fe en YHAVÉ no estarán preocupadas por lucir vigorosas, porque predominará en ellas (incluso siendo jóvenes) la vitalidad. Por eso dice en la Biblia de esas personas que “No recapacitará mucho sobre los días de su vida, porque Dios llenará su corazón de alegría”. (Eclesiastés 5:19. Versión Biblia de Navarra).
Las personas con verdadera Fe no estarán preocupadas por cuantos años tienen, ni cuántos años vivirán, ni por sus defensas biológicas y afectivas, debido a que se promete en ese versículo que YHAVÉ les llenará de alegría el corazón (cerebro), y al suceder así, la sustancia bioquímica responsable de los mortificantes síntomas estresantes (El cortisol) se mantendrá equilibrada. Y no es que no sintamos el inevitable estrés de nuestra vida cotidiana, sino que podremos controlarlo de manera natural, sin tener que recurrir al uso de fármacos ansiolíticos, e incluso hasta daríamos la impresión de que nada, absolutamente nada, nos perturba.
Las personas con vitalidad mantienen su deseo de seguir haciendo cosas productivas, aunque sus condiciones físicas hayan mermado de manera ostensible. Ese es el sabio consejo que el eminente médico y científico español Santiago Ramón y Cajal nos deja como herencia de su sabiduría en su libro “La psicología de los artistas”, en el cual nos invita a reflexionar con estas palabras maravillosas: “Lo más triste de la vejez es carecer de mañana. Debemos empero, los viejos reaccionar contra este desalentador sentimiento no dejándole ascender desde el corazón al cerebro, ni derivar del corazón a las manos. Si eres labrador, pide a Dios que te sorprenda la muerte plantando un árbol; si eres escritor, ruégale que la implacable te fulmine con la pluma vibrante, reclinada sobre las albas cuartillas, el más bello de los sudarios. Notorio es que cuando menos vida nos queda, más tenazmente nos aferramos a ella. Pero vivir es crear”. Estas palabras sublimes del científico español tienen un mayor valor porque él las escribió siendo ya una persona de edad avanzada.
Así que la meta es ser una persona vital siempre y, como en esencia nos dice Ramón y Cajal, cuando llegue la inevitable muerte, esta nos encuentre vivos, debido a que muchas personas están vivas biológicamente, pero afectivamente hace muchos años que han muerto.
El autor es psiquiatra y general (R) del Ejército