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Desde mi pluma

El quinto Salón de la Fama

Regocijados nos sentimos todos con la noticia de la entrada del quinto beisbolista dominicano al Salón de la Fama de Cooperstown, Adrián Beltré. Y, ciertamente es un orgullo que un compatriota alcance tal distinción, pero sin temor a equivocarme, considero que es aún más motivo de exaltación que se trate de una persona cuya intachable hoja de vida habla por sí mismo.

El pelotero oriundo de El Café de Herrera es el ejemplo de un carrera limpia, sin escándalos, de una formación familiar en valores y poseedor de una humildad que probablemente haya ayudado a llegar a la cima.

Confieso que poco o nada sabía de su trayectoria en grandes ligas hasta esta semana, pero al leer su historia de vida, el ambiente en el que creció, sus victorias, su manera de ayudar a sus seres queridos y retribuirles el esfuerzo, me parece que ha recorrido un camino digno de resaltar, sobretodo en una época donde la juventud pareciera tener pocos modelos a seguir o donde muchos han querido incrustarse en la mente que no es posible ser exitoso sin haber tropezado alguna vez.

La historia de Beltré nos recuerda que no hay sueños pequeños, que un día puedes estar en tu casa imaginando grandes cosas y tiempo después puedes tenerlas, por supuesto, con disciplina, trabajo tesonero y honestidad de por medio.

Sin exigirnos de más, ni desanimarnos, sin comparar nuestras ambiciones, objetivos ni nuestros caminos con los de los demás, paso a paso, haciendo un poco todos los días, podemos lograrlo todo. Estos son los mensajes que tenemos que replicar y volver mantras. Esto es lo que Adrián Beltré, David Ortiz, Vladimir Guerrero, Pedro Martínez y Juan Marichal en su momento dejan como enseñanza a cada niño que desde el más humilde play de República Dominicana sueña con llegar a Cooperstown.

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