PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA
Paulo VI a los jesuitas, alabanzas y urgencias
El Papa Francisco considera las palabras de Paulo VI el 3 de diciembre de 1974 a los jesuitas, como el discurso más hermoso de un papa a la Compañía.
Paulo VI reconocía los “los testimonios de apostolado y fidelidad” que daban los jesuitas. El Papa abrazaba con su mirada “la totalidad de los jesuitas… que trabajan por el Reino de Dios y ofrecen una contribución de inmenso valor a las obras… de la Iglesia”
Paulo VI le reiteró su confianza a la Compañía, “ os amamos sinceramente y os consideramos capaces de llevar a cabo la renovación y reorganización que todos esperamos”
Más adelante reconoció: “Dondequiera que en la Iglesia, incluso en los campos más difíciles y de primera línea, en los cruces de las ideologías, en las trincheras sociales, ha habido o hay confrontación entre las exigencias urgentes del hombre y el mensajecristiano, allí han estado y están los jesuitas.”
El Papa cerró su discurso alentando: “Adelante, in nomine Domini. Caminemos juntos, libres, obedientes, unidos en el amor de Cristo, para la mayor gloria de Dios. Amén.”
En el discurso, el Papa se esfuerza por hacer conscientes a los jesuitas de la importancia del momento. Dirigirse a los jesuitas le produce “palpitación” por motivos de los cuales hablará luego (los trataremos). El Papa le da “gran importancia a este encuentro: bien sea por la ocasión tradicional que le da origen, la inauguración de los trabajos de la XXXII Congregación General; bien sea por su significado histórico, que va mucho más allá del aspecto contingente.” El momento exige “un examen profundo y sintético, libre y global, sobre el estado de vuestra madurez actual con respecto al problema y a la situación de la Compañía”. El Papa sigue los trabajos con vivo interés, porque “si vuestra Sociedad entra en crisis, si busca caminos aventurados que no son los suyos, llegan a sufrir incluso todos aquellos que, en un mundo o en otro, deben tantísimo a los jesuitas en orden a su formación cristiana.”
Paulo VI considera que la Compañía está a la vanguardia “de la renovación profunda”. En este mundo secularizado la Compañía es “el test de la vitalidad de la Iglesia en los siglos”, en la Compañía se encuentran “las dificultades, tentaciones, esfuerzos, perennidad y éxitos de la Iglesia entera”.