Umbral
Abinader, elecciones, Ecuador, calco y Estado fallido
Ecuador, después de la volatilidad política, económica y social que caracterizó su sociedad, marcada por corralitos bancarios, presidentes efímeros y confrontación callejera, logró su estabilidad política, económica y social de la mano de Rafael Correa, que transformó a ese país al punto de generar riquezas que beneficiaron al sector empresarial y amplió la clase media reduciendo significativamente la pobreza; dejó una prosperidad validada por las estadísticas y el “dato” visual presente en el sembradío de obras de infraestructura y la intangible acometida hacia la institucionalidad democrática. Pero luego, por esas arritmias propias de la historia creadas muchas veces por los bajos instintos que surcan la naturaleza humana, llegó la daga oculta de Lenin Moreno, con la intención de desollar a quien lo había llevado a la presidencia.
Moreno provocó la reedición del “Et tu, Brute”, sin que su mentor cayera vencido por la muerte al primer intento. Y para alcanzar su propósito, sin éxito, se alió, apostando al tiempo, a los adversarios del proyecto político que lo llevó al poder. Pues Guillermo Lasso, el mismo que oculta fortunas en sociedades “offshore” como su colega dominicano, de acuerdo a las revelaciones de los “Pandora Papers” que pidió investigar el Moreno dominicano de nombre Guillermo, le creó la comparsa para emprender el desmonte del “correísmo” que consistió en desguazar el Estado, llevándolo al tamaño mínimo.
El proyecto libertario -nuevo tegumento de las políticas del Consenso de Washington o neoliberales- sin las estridencias de Javier Milei, se puso en marcha. La privatización llevó al desorden, y el crimen organizado comenzó a tomar cuerpo, a penetrar en las debilitadas instituciones del Estado; y Lasso, cuyo asesor fue en su momento, Mauricio De Vengoechea, actual orientador de Luis Abinader, continuó con el proyecto de reducción de lo público, y Ecuador se ha convertido en un Estado cuasi fallido.
Las recetas ecuatorianas se han calcado en República Dominicana por razones obvias, y el crimen organizado gana espacio de la mano del partido de gobierno que ha llevado narcos al Congreso de la República, que crea una oligarquía (gobierno de pocos) bajo la jefatura de Abinader, con allegados rentistas, de los que pretende convertirse en líder. La avaricia es evidente, como evidente resulta ya, que lo privado desplaza a lo público y un desorden comienza a notarse: los préstamos superan a los de todos los gobiernos anteriores juntos, los servicios no pueden caer más bajos, la delincuencia está creando un estado de paranoia colectiva, la inflación no cede mientras la economía se contrae; la corrupción, que fue la principal bandera del PRM para alcanzar el poder, parece no tener límites frente a un ministerio público que a la luz de todos ha perdido un ojo; las altas cortes y los tribunales ordinarios están siendo cooptados por el poder de turno sin guardar las formas, enfrentando la propia Constitución, las leyes y todo el ordenamiento jurídico.
El asesor aplica, en el curso de la campaña electoral, su ya gastado método, empleado en Ecuador y otros lugares, de desatar una avalancha de encuestas de escritorio con la idea de instalar en el imaginario popular que su asesorado es invencible, y esto lo complementa con la compra de medios de comunicación y comunicadores para invisibilizar las críticas al Gobierno y anular el mensaje de la oposición. Todo un cóctel perverso de mentiras y manipulaciones que puede reproducir aquí la crisis ecuatoriana, en la que se perjudiquen todos los sectores, incluyendo a empresarios que Abinader no tiene en el círculo de sus compinches y socios; y hasta, a largo plazo, a éstos.