VIVENCIAS

En mi fortín

Aspiro en mis “últimos años a vivir en paz conmigo mismo, consagrando al reposo y a la libertad que me da mi pacífica morada”. En realidad, es una nota que pretendo colgar a la entrada de la habitación donde escribo a diario, en la que cierta melancolía me da la seguridad y la calma que necesito para expresar mis sentimientos.

En fiel concordancia con Montaigne, cuento más con los naturales “recursos del espíritu que con los de la erudición”; porque siento por igual, que la idea de escribir se ha convertido en una obsesión, motivado por los empellones y desconsideraciones que de tiempo en tiempo he recibido por adoptar posición frente a acontecimientos deleznables, que han puesto en duda la credibilidad de ciertas personas.

En realidad, ha sido fácil sortear cada desplante recibido porque tengo la certeza que cualquier acechanza en mi contra quedaría expuesta a la ridiculez de la cobardía de quienes han pretendido doblegar mi integridad y dignidad.

En esto incide un principio de solvencia moral, ya que, he desafiado a todo aquel que a lo largo de mi vida ha querido estropearla bajo la estúpida bajeza de acusarme de conflictivo, pero que absolutamente nadie puede poner en tela de juicio una acción que siendo calificada buena haya sido cuestionada.

En lo expuesto, tiene que ver el tiempo y la eternidad, en la que todos los instantes de mi vida han sido aprovechables, llenándolos con la fulgurante imagen del Dios vivo.

No me queda duda, al final de nuestra vida nos espera la vida eterna si la sabemos ganar ahora.

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