ENFOQUE
Eugenio María de Hostos y la municipalidad
Es famoso un artículo publicado por Eugenio María de Hostos en el periódico El Teléfono en el mes de diciembre de 1888 en donde hizo un balance de la sociedad dominicana en un momento en que se decidió marchar a Chile. La diferencia de los niveles de desarrollo entre ambos países llamaba a una reflexión tan exhaustiva como la que hizo Francisco Moscoso Puello al tener contacto con la sociedad francesa de inicios de siglo XX, cuando escribe Cartas a Evelina.
En Hostos siempre estaba presente el contexto natural de la República Dominicana, que él siempre lo asoció a las administraciones locales. Dos grandes ejemplos saltan a la memoria: su contacto con Santiago de los Caballeros y con Baní. En estas localidades hizo las más sesudas recomendaciones de administraciones municipales. En Santiago observó que esa sociedad tenía bien trazadas sus calles, un cementerio memorial que rendía alto culto a sus muertos, de alto valor para él, porque en su proyecto de integración, la auténtica ciudadanía consiste en valorar los vínculos familiares. Los niveles de servicios de las localidades de la comunidad de Santiago le llevaron a afirmar que Santiago era la provincia más provincia de todas las provincias.
Siempre tuvo como norma que las localidades debían auspiciar un tríptico muy diferenciado para tener los servicios y las integraciones comunitarias como referente de servicios de las localidades. A decir: educación municipal partiendo del medio social; el componente jurídico que hace diferente a una municipalidad de otra - la reforma jurídica- y el medio social y, la municipalidad vista desde el legado/herencia de sus administradores.
El contacto con Baní le hizo ver otra forma de gerenciar las municipalidades. Entendía que las expresiones culturales de los pueblos eran el insumo principal para poder gestionar una localidad con eficiencia. La observación de hermandad de los Chuines, la integración de los Combites y la labor social asociada a los servicios comunitarios hacían de la municipalidad un eje vertebrador de los niveles de avance de los ciudadanos. En él se aposentaba la idea de que las autoridades de las localidades, como era la de Baní, eran la instancia más próxima a la ciudadanía, pues se debería conformar por ciudadanos/ funcionarios electos de manera directa, lo cual les otorgaba una auténtica y amplia legitimidad, adquiriendo el derecho de recurrir a la ciudadanía en procura de buscar soluciones en conjunto a sus problemas cotidianos. Asimismo, valoraba que los ayuntamientos fueran entidades autónomas que promovieran el desarrollo e integración de su territorio, que prohijaran el mejoramiento social de su ciudadanía y la participación efectiva de las comunidades en la gestión de los asuntos públicos locales con la finalidad de obtener mejoras en la calidad de vida, y en la protección de los espacios de dominio público.
En su contacto con Baní advirtió, al igual que con Santiago, que la intención de la administración municipal era desarrollar un ejercicio de buen gobierno apegado a la Constitución y las leyes, generando condiciones para implementar los mecanismos necesarios para una gestión municipal transparente, así como lo concebía Aristóteles, apegado a la Ley, aunque esta fuera dura. Valoró el orden y el silencio de estas localidades, lo que le trajo una reminiscencia de su vida en San Carlos en la ciudad de Santo Domingo, que ya tenía el más antiguo ayuntamiento de la América conquistada.
Hostos entendía que en una municipalidad moderna había que crear condiciones para el desarrollo de la cultura. Por eso halagaba el silencio propicio para el desarrollo de las artes y el desarrollo de agendas culturales que identificaran a cada localidad. Ponía como ejemplo que en el silencio de San Carlos redactó sus principales obras, casi todas pensadas como lecciones didácticas nacidas de sus reflexiones durante sus viajes constantes por toda Latinoamérica, parte de Europa y la mayoría de los pueblos del Caribe.
Bajo la rectoría de la municipalidad y con visión en ella, pudo desarrollar un conocimiento detallado de la realidad dominicana que le tocó vivir y observar con detenimiento. El romanticismo le asaltó y el tiempo le dio hasta para pensar en una gestión municipal presidida por honorables dominicanos. Así entendía Hostos que se debía regentear cada localidad. Recurrió a Duarte en su idea de que la municipalidad debía tener el mismo rango que daba Montesquieu a lo Legislativo, lo Judicial y lo Ejecutivo.
Comparto aquí, en blanco y negro, el producto de esa imaginación ideal de gestión municipal de Eugenio María de Hostos: Imagino un Ayuntamiento y/o Congreso de próceres muertos, entre los que incluyó a Duarte (“siempre el primero”), quien lo presida, junto a Sánchez, Mella, Pina, Pérez, Imbert, Duvergé, Perdomo, Objío (“que nombran con sus nombres los hechos más expresivos de la Patria nueva”). A ambos lados (“embozadas en penumbra”) estaban Núñez de Cáceres (“el primero en la concepción de la idea de independencia”) y Sánchez Ramírez (“el más torpe en el modo de realizar la independencia”).
Eugenio María de Hostos, “La asamblea del 27”. En: Emilio Rodríguez Demorizi, Hostos en Santo Domingo, tomo I, Ciudad Trujillo, Impr. J. R. Vda. García Sucs., 1939, pp. 245-252.
El autor es obispo de la Diócesis Nuestra Señora de La Altagracia