El país se aboca en los próximos meses a un verdadero jolgorio electorero. La clase política tradicional renueva algunas de sus caras, pero casi todo del credo y sus prácticas parece reproducirse. Rostros y sonrisas ajenos al dolor de la gente aparecen hoy en vallas y spots publicitarios de una multimillonaria campaña que, para colmo, en lo esencial se financia con dinero del pueblo.

Salvo raras excepciones, esta campaña electorera brilla por una carencia de ideas como nunca. Candidatos ejercitándose, friendo huevos o bailando se promueven tratando de enmascarar la falta de discurso con el cual se presentan ante los electores. La ciudadanía cada vez más apática a la politiquería, sabe muy bien, sobre todo en los sectores más desfavorecidos, que en época electoral corre mucho dinero, y se aprovecha de las reparticiones.

Viejos y nuevos zorros buscan colarse en una partidocracia que se recicla cada cuatro años.