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AGENDA SOCIAL

La segunda década perdida

El reputado economista, sociólogo y político colombiano, José Antonio Ocampo, habla de una segunda década perdida para la región de América Latina y El Caribe. Ocampo fungió como Secretario General Adjunto de las Naciones Unidas para Asuntos Económicos y Sociales cuando el inolvidable Kofi Annan fue Secretario General, por lo que conoce muy bien la realidad económica y social de la región.

La afirmación de Ocampo se sustenta en el crecimiento económico de América Latina en la década que comprende el 2014 al 2023, que ha sido de apenas un 0,9%, por debajo del 1,3% de la década de 1980, década en la que la mayoría de los países de la región sufrieron una profunda crisis económica y social que obligó a la renegociación de la deuda externa y la aplicación de profundos ajustes macroeconómicos para recuperar el crecimiento. La caída del ingreso per cápita regional originado por la crisis de la deuda llevó al entonces Secretario General de la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL), Norberto González, a acuñar el término de la década perdida

A pesar del optimismo de algunos gobernantes, para el 2024 se espera que la región mantenga la dinámica de bajo crecimiento. El impulso que puede generar la economía mundial es limitado y los costos de financiamiento se mantienen en niveles elevados, como plantea la CEPAL en su más reciente informe.

A ese contexto es que se refiere Ocampo en su análisis sobre la región, que identifica el elevado costo del endeudamiento y el limitado dinamismo del comercio internacional como las principales causas de los retos económicos que enfrenta América Latina y El Caribe.

Hay que escuchar con atención el consejo de José Manuel Salazar-Xirinachs, Secretario Ejecutivo de la CEPAL en la actualidad, que plantea que para salir de la trampa de bajo crecimiento “es necesario escalar las políticas de desarrollo productivo con una mirada en sectores estratégicos dinamizadores, impulsar políticas para promover la inversión pública y privada, y adecuar el marco de financiamiento para potenciar la movilización de recursos”.

En el caso de la República Dominicana, después de muchos años de alto crecimiento económico, con apenas un par de episodios negativos motivados por causas externas, como es el caso del COVID 19, hemos terminado un 2023 con un crecimiento económico bajo, sin que un evento internacional justifique el nivel tan bajo de crecimiento, sobre todo si nos comparamos con países parecidos al nuestro que sí obtuvieron buenos resultados en el 2023.

No subestimemos lo sucedido en este año pasado, porque el país no puede caer en la trampa de bajo crecimiento, por el contrario, requiere examinar y tratar de comprender el fenómeno, porque constituye un desafío actual y futuro que podría impedir un desarrollo más dinámico y equitativo. Hay que hacer hasta lo imposible para que el país no forme parte de los que sufren esa segunda década perdida.