SIN PAÑOS TIBIOS

Desorden motorizado y soluciones a la vista

Da igual si las damos por ciertas o no, las estadísticas están ahí, impertérritas. Los soviéticos lo tuvieron claro desde un principio y siempre trataron de manipularlas en un vano intento por controlar la realidad; el capitalismo, en cambio, es más sutil, y el mercado tiende a calibrar la información y asignarle un valor de manera proporcional.

Los indicadores sirven para eso, para indicar; los porcentajes facilitan la abstracción y nos ahorran memorizar cifras y números; y mejor que sea así, porque es más fácil decir que el 69% de los fallecidos en accidentes de tránsito en los últimos dos años involucran motocicletas; o que en el reciente operativo navideño el 81% de los accidentes fueron motores, que mencionar estadísticas funestas.

La explicación a esta tragedia no es sólo matemática, porque sería muy simple reducirla a una regla de tres y calcular el ratio motores (3,266,870)/ otros vehículos de motor (2,519,281). El problema tiene aristas sociales, políticas, económicas y de clase. Apelar al motor como medio de transporte individual es una manera también de salvación personal, y a su vez certifica la inoperancia del transporte público y de los políticos que han gestionado ese sistema.

El motor es la única oportunidad de transporte decente que le queda al ciudadano de a pie. Abandonado a su suerte por todos los gobiernos, el motor es locomoción y medio de trabajo a la vez; sirve para trasladarse, pero también de “busca moro”. Es solución individual y grito de desesperación de quien no tiene otra opción que no sea esa, utilizado no sólo por el individuo, sino por toda su familia.

La ineficiencia del sistema de transporte masivo es la fuente de todos los problemas… y también la solución a todos ellos. Como sociedad hemos fracasado en la implementación de una red integral de metro, autobuses alimentadores y líneas alternas. La autoridad asume el mantra de que el “peatón no es gente” y en las bocas del metro lo vemos, cuando en una gran intersección sólo hay una salida exponiendo a la gente innecesariamente (Kennedy con Lincoln, sin ir más lejos).

Ese “sálvese quien pueda” copó las calles y se transforma en caos, desorden, burla y desafío.

Si el mercado generó el problema, el mercado puede solucionarlo. En ausencia de alternativas eficientes y económicas, la solución ha sido individual, y eso nos ha llevado a donde estamos. Con un sistema masivo de transporte a bajo costo, el homo dominicanensis también procurará la economía y la seguridad.

Como todo, lo primero y principal que se necesita es voluntad política, empoderamiento ciudadano y compromisos colectivos intergeneracionales a medio y largo plazo... y luego recursos.

En 2023 llegamos al punto de inflexión, de ahí que en este 2024, el Foro de Movilidad Urbana que organiza Listín Diario sea un ágora eficiente, neutral y plural, para que juntos podamos dar el primer paso de la solución de este gran problema que nos quita sosiego y genera tanto estrés y dolor.

Que así sea.