ENFOQUE

Bajo la tormenta digital

En la era digital, la reputación de una persona pública puede ser tan volátil como el clima en un verano tropical. Un día, el cielo es azul y despejado; al siguiente, una tormenta de críticas y ataques se desata en las redes sociales. Este fenómeno, potenciado por una mezcla de perfiles reales, bots y trolls, plantea un dilema. ¿Es mejor enfrentar la hostilidad directamente o buscar refugio en el silencio?

Optar por el silencio, aunque sea tentador, puede resultar una estrategia riesgosa. La huella digital negativa permanece, impregnando el espacio cibernético como un tatuaje indeleble. Este silencio, interpretado a veces como admisión de culpa o falta de respuesta, deja el relato adverso sin contrarrestar. Los motores de búsqueda, incansables auditores de nuestra imagen digital, no olvidan.

En contraposición, la defensa activa implica riesgos, como intensificar la controversia, pero también ofrece la oportunidad de ejercer cierto control sobre la narrativa. No se trata solo de desmentir o refutar, sino de presentar la otra cara de la moneda, humanizando al sujeto y mostrando la complejidad detrás de la imagen unidimensional proyectada en el ciberespacio.

Bot Digital

Bot Digital© PRODUCTION PERIG

Una respuesta articulada puede movilizar a aquellos que buscan la verdad y la justicia, generando solidaridad digital, un espacio para el diálogo y comprensión. La defensa de la reputación en un entorno digital hostil es un delicado equilibrio entre prudencia y valentía. Solo a través de una respuesta meditada y estratégica es posible influir en la narrativa digital que define nuestra era.

Recientemente, hemos visto cómo las redes sociales pueden influir significativamente en la política. La situación actual, en el contexto de las próximas elecciones, ha mostrado ataques orquestados que buscan socavar la imagen de ciertas figuras políticas y cuestionar su integridad. Estos ataques se han extendido a figuras públicas como Mariasela Álvarez, productora de televisión, cuestionada por conexiones en distintos niveles de dos de sus hijos con el gobierno, sin que esto sea ilegítimo.

Sin embargo, Álvarez, a quien han pretendido proyectar como oportunista, respondió activamente, con una huella digital de contraste defendiendo su reputación. Al expresar abiertamente su posición, no solo generó una polarización necesaria sino que también estableció una huella digital como reverso de la moneda, crucial en la defensa de su reputación. Este caso ilustra cómo incluso un ataque indirecto a figuras relacionadas con el gobierno, en este caso, el presidente Luis Abinader, puede ser parte de una estrategia más amplia para desestabilizar la percepción pública de una administración.

Este panorama subraya la complejidad de la gestión de la reputación en la era digital. La experiencia de Mariasela Álvarez y la situación política en curso demuestran que la respuesta activa es más que una opción; es una necesidad para mantener la integridad de la narrativa personal y pública en el voraz mundo de las redes sociales. La defensa activa de la reputación no solo es vital para individuos como Álvarez sino también para actores políticos como Luis Abinader, cuya imagen se ve constantemente desafiada en estos espacios virtuales.

Los argumentos son válidos para enjuiciar los ataques sin cuartel al joven político Omar Fernández, cuya candidatura -como decía el eslogan de antaño de uno de los periódicos dominicanos- inquieta, emociona y hace pensar. Allegados y voluntarios han construido una compuerta que -en cierto modo- ha contenido las bravas aguas de la depravación política. En su momento él deberá hablar con hechos.

En un giro irónico de la historia, nos encontramos en el umbral de un ciclo que, aunque familiar en su repetición, se presenta con matices y lecciones renovadas. El actual partido en el poder ascendió al escenario político impulsado por la cresta de una ola de descontento popular, un movimiento vigorizado y difundido a través de las redes sociales.

Este fenómeno, en gran medida alimentado por la voz y el esfuerzo de la sociedad civil, no solo significó un cambio radical en la narrativa política, sino que también catalizó un movimiento decisivo que culminó con el desplazamiento del Partido de la Liberación Dominicana del Palacio. Que la oposición intente emular esta estrategia ahora, empleando las mismas herramientas digitales para forjar su camino, es un desarrollo previsible y revelador en este continuo danzar de la política y el poder.

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