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OTEANDO

La Casa de “Peachum-Macheath”

Están ahí, como siempre. Son los mismos, solo que con más arrugas y menos pudor. Cada cuatro años aparecen en vallas y carteles como empapados de una especie de sirop dietético, que apenas si disimula el indeseado y avieso amargor subyacente en todo lo artificial. Si ves a uno los has visto a todos, están clonados a partir del mismo cromosoma del engaño, la burla y el cinismo.

Están ahí. Su domicilio no está en Buckingham ni mucho menos en Downing Street. La mayoría habita un espacio en el edificio del Congreso Nacional, ubicado en el sector denominado “La Feria” que, por las noches, se convierte en tal, solo que no es precisamente un bazar de objetos materiales, sino una especie de mercado turco, donde se regatea el precio de la dignidad humana, eficaz, pero desdichada parodia de la actividad diurna de muchos ocupantes de aquel edificio.

Están ahí, son los principales beneficiarios del famoso voto preferencial y del no menos célebre método D´ Hondt, instituidos para que el que tenga más dinero pueda acceder el espacio que hoy ocupan. Sin embargo, no son todos los que están ni están todos los que son: todavía quedan honestos, que sienten y tienen una verdadera vocación de servicio, y la ejercen. Lástima que, entre sus iguales, nadie les hace caso, porque son estorbos vivientes para la perversidad y el robo.

Están ahí. Son los dignos sucesores de los protagonistas de la “Ópera de Cuatro Cuartos”, porque, precisamente ahí, abundan los Peachum y los Macheath, pero en un esquema distinto: les hemos delegado nuestro soberano poder para hacer lo que nos perjudica y deshacer lo que nos conviene. Por estos días andan muy apurados en el cumplimiento forzoso del rito de la humillación que implica otorgar una miga de pan a cambio de la fidelidad electoral. Están ahí, no pertenecen a la Casa de Habsburgo ni a la Casa de Borbón, pertenecen a la Casa de “Peachum-Macheath”, advenedizos que aprendieron y ejercen respecto de nosotros un solipsismo que les impide considerarnos realidad objetiva: no existimos, somos solo una creación de su imaginación y, como toda creación, manipulables por su creador.

Por eso somos víctimas de su desbordado utilitarismo, mismo que materializan cada cuatro años para permanecer en su casa real. Y, para colmo de males, el pueblo sigue aquí esperando la “honrosa oportunidad” de vender de nuevo su dignidad y permitirles – a riferos y narcos- seguir embarrando nuestra existencia.

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