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Umbral

El gobierno y su piñata al ojo público

La piñata saltó hacia el ojo público.

Todas las semanas el país es testigo de episodios en donde los funcionarios del gobierno de Luis Abinader apalean la olla del presupuesto público como si no hubiera mañana; y en cola, desesperadas chancletas y “tutumpotes” “legítimos” se mezclan entre prevaricación, desvio de fondos públicos y nepotismo (corrupción), confiados en la patente de corso que dan el silencio y la complicidad mediática comprados con 8 mil millones de pesos: una mancuerna público-privada para asear el sepulcro a base de análisis “sesudos” montados desde paneles de opinión, a veces con un aire intelectualoide, o de fuegos de artificios distractores, ejecutados desde la farándula, desde el espectáculo o el circo para que no sólo blanqueen, sino que además sirvan para tapar la falta de pan que ha traído la quiebra de los productores, la inflación y el anémico crecimiento de la economía.

El país se ha encontrado con una de las mayores farsas sociales expresadas en “La marcha verde”, por lo menos en sus rostros más visibles que, junto a ONG tradicionales, financiadas desde el extranjero, que han fungido por décadas como brazo mediático de los que hoy nos gobiernan, sirvieron de trampolines para llevar a la administración pública a sus compinches, exprimiendo un discurso por la transparencia, contra la corrupción y la impunidad. Pues precisamente lo que presenciamos es: escándalos de corrupción, falta de transparencia y exhibición descarada de impunidad ante un ministerio público indiferente a todos estos escándalos de nueva factura, que ponen al desnudo aquellos inventos que tomaron las calles y los medios de comunicación para la denuncia. Sólo querían entrar a la nómina pública, y para ello tenían que crear todas las condiciones subjetivas, a los fines desacreditar al que estaba y entrar al juego, tomar el control de lo que criticaban y hacer lo mismo, sólo que peor, con más nivel de chapucería y descaro.

Ahora un nuevo juego atrapa a los que con sinceridad asumieron aquellas “protestas”. O se definen como trigo para continuar desde aquella trinchera transformada, u otra que sin militancia partidaria oculta, sin pantomimas ni antifaces, siga el camino prístino que creían transitar los que creyeron en “La marcha verde” como un proyecto de adecentamiento social; o deciden ser parte de la cizaña que actuó por instinto, olfateó el poder o simplemente descubrió su verdadera naturaleza; la de estar en el presupuesto nacional o de ser parte del poder, no porque éste pueda ser un instrumento para impulsar proyectos decentes, sino porque el poder en si mismo era el fin perseguido, razón por la cual, escrúpulos aparte, querrán conservar.

La piñata seguirá siendo blanco para los que instrumentalizaron la toma de la calle. Algunos porque la necesitan a los fines de estar cerca del presupuesto como ya observamos; y otros, porque ya fueron inoculados por la enfermedad del poder. En todo caso, los unos y los otros están envueltos en la dinámica y mecánica de lo que definieron como “vieja política”, ya que, atrapados con la mano en la masa no tienen el valor de dejar el cargo. ¡No! Se defienden a la vieja usanza colocando el discurso al revés: ya el nepotismo no es nepotismo, porque “la familia hay que respetarla” y todo lo que toque la sagrada base de la sociedad es un ataque y una campaña sucia que atenta contra su unidad; ya las contrataciones directas y sin licitación, y todo lo que antes tipificaban como corrupción, ha encontrado legitimidad en nuevas interpretaciones que se ajustan al interés del nuevo poder del que son parte.