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MIRANDO POR EL RETROVISOR

El Guinness que deberíamos perseguir

El ser humano siempre ha tenido una especial fascinación por los hitos, hazañas y logros que se expresan en números. En el campo de los deportes y el arte es que más se toman en cuenta para medir la dimensión de un atleta o un artista.

A quién no le impresiona ver al jugador de baloncesto de la NBA, LeBron James, quebrar marcas que hace un tiempo parecían imposibles de romper, incluso cuando se acerca a los 39 años, una edad en que la mayoría de los atletas entran a un retiro obligatorio porque merman sus cualidades.

En la temporada pasada se convirtió en el jugador con más puntos encestados de por vida, superando una vieja marca que ostentó el legendario jugador de los Lakers, Kareem Abdul-Jabbar, de 38,387 puntos anotados, y es probable que James supere este año la friolera de 40,000 encestes.

Cuando era un ferviente seguidor de los deportes solía llevar en una mascota las estadísticas de mis jugadores favoritos. En estos días sorprendí a mis amigos con una de Larry Bird, la leyenda de los Boston Celtics y uno de mis atletas preferidos, quien es el único jugador de baloncesto de la NBA que ha ganado los premios de Novato del Año, Más Valioso del Juego de Estrellas, Más Valioso en temporada regular, Más Valioso en una final, Medalla de oro en Juegos Olímpicos, Dirigente del Año y Ejecutivo del Año. La proeza de un jugador, ya retirado, que se destacó en todas las facetas del juego.

Esa es la razón de que generen tanta fascinación entre los dominicanos, esos intentos de ingresar al Guinness World Records o Libro Guinness de los récords, una idea que le surgió en 1951 a Hugh Beaver, en ese entonces director ejecutivo de una empresa cervecera, quien en un día de cacería con unos amigos les planteó la interrogante de cuál era el pájaro de caza más rápido de Europa: El chorlito dorado o el urogallo. De ahí, su idea de que un libro satisficiera muchas de esas inquietudes que le surgen al ser humano.

Precisamente, la semana pasada se anunció que el país fracasó en la consecución de un récord Guinness muy sui géneris: Cocinar el sancocho más grande del mundo, ese plato tan apreciado por tantos dominicanos. Los auspiciadores se quedaron cortos por apenas 2,386 libras, de las 35,362 exigidas. Algunos ciudadanos comentaron sarcásticamente que con más agua y algunos víveres hoy el país estaría celebrando por alcanzar esa marca.

No es la única ocasión en que se registra una gran desilusión durante la persecución de una marca Guinness. El dominicano Carlos Sílver ha fallado en las cuatro ocasiones que ha intentado durar más horas consecutivas cantando.

Sin embargo, en la búsqueda de esas proezas, no todas han terminado en chasco. Como país salimos airosos al elaborar el mangú más grande del mundo y en el baile de bachata con mayor cantidad de parejas, 489 en total, un plato y un ritmo musical símbolos de la idiosincrasia dominicana. Estamos en el Guinness también por la partida de dominó con más personas jugando y por el mojito más grande del mundo.

Pero en medio de todo ese pan y circo que genera la búsqueda de esas marcas Guinness tan llamativas, ostentamos un récord que a todos los dominicanos debería llenarnos de la mayor desmoralización como país: La más alta tasa de muertes por accidentes de tránsito en el mundo.

Un estudio divulgado en julio del presente año por la asociación internacional “World of Statistics” reveló que en República Dominicana ocurren 65 muertes por cada 100,000 habitantes.

En ese vergonzoso “top ten” le siguen al país Zimbabwe, Venezuela, Arabia Saudita, Tailandia, Vietnam, Irak, Sudáfrica, Nigeria y Armenia.

Eso se verifica cuando, según estadísticas de la Dirección General de Impuestos Internos (DGII), las motocicletas, involucradas en la mayoría de los accidentes de tránsito, registraron un crecimiento de 6.6% en 2022, con respecto al 2021.

El parque vehicular en total aumentó el año pasado a 5,463,996 unidades, representando un alza de 6%. Y con tendencia a seguir incrementándose, pues recientemente los dos principales bancos comerciales del país se ufanaron de los financiamientos aprobados para adquisición de vehículos en dos ferias automotrices que realizaron.

Si tomamos en cuenta que en materia de muertes por accidentes de tránsito, al igual que en la mayoría de las áreas en que se llevan estadísticas, existe un subregistro, los números entonces son realmente más desalentadores y ameritan una intervención drástica y sin más dilaciones, que involucre a la sociedad en general, porque a todos nos atañe.

En las evaluaciones sobre las causas de que encabecemos ese fatídico “top ten”, la soga suele romper siempre por los motociclistas, patanistas y choferes de las llamadas guaguas voladoras. Y con razón por su manejo temerario en las vías públicas. Pero resulta que las causas van más allá de esos actores, ya que en el país hay una cultura general de la imprudencia, incluso entre ciudadanos de a pie que también cruzan los semáforos en rojo y se resisten a usar los pasos peatonales construidos para garantizar su seguridad.

A escala nacional predomina una responsabilidad compartida en esa cultura del irrespeto en las vías públicas, principalmente de las autoridades, tan timoratas al momento de aplicar el imperio de la ley.

El ejemplo más elocuente es que en Estados Unidos residen cerca de 2,400,000 dominicanos, pero esa nación no aparece entre los primeros diez con más accidentes de tránsito. Esos dominicanos que han emigrado a territorio estadounidense respetan meticulosamente las normas de tránsito, porque están conscientes de que allí no podrán resolver una infracción con dinero o con una llamada al superior del agente que pretende aplicar una multa.

La verdad monda y lironda es que no hay voluntad política para aplicar normas de tránsito tan muertas como quienes ha perdido la vida en calles, avenidas y carreteras por la falta de rigor al momento de poner freno a los "asesinos del volante".

Como ciudadanos que anhelamos una nación donde predomine el orden y el respeto, el récord Guinness que deberíamos perseguir con pasión desmedida es encabezar el “top ten” de países con la más baja cantidad de muertes por accidentes de tránsito.

Toda la nación celebraría la consecución de ese récord Guinness, con los más grandes sancocho, mangú, mojito, baile de bachata y partida de dominó. Sin dudas, un atractivo combo. ¡Comencemos!

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