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EN ESPECIAL

A la espera de un dictadorcillo

Algún día irrumpirá un dictadorcillo que impondrá el orden con el aplauso de casi todos. “Ya era hora” suspirarán algunos frustrados incautos, hartos del irrespeto a la Constitución y las leyes y a las más elementales normas de convivencias.

En la región hay algunos ejemplos de desastrosos populismos de izquierda y de derecha y giros bruscos de los pueblos sin importar consecuencias. Y no hablo necesariamente, en este caso, de la tendencia dominante de sacrificar libertad por seguridad.

Cuando el hartazgo castra voluntades y anhelos, entonces los desesperanzados hasta se entusiasman que “entre el mar” y “nos jodamos todos”.

Los demócratas, liberales, etcétera ubicación ideológica y sus pendulaciones son derrotados por asuntos tan elementales como garantizar que un carajo respete la luz roja de un semáforo y que no transite en vía contraria.

“Pero, un día”, como decía el genio de Rodriguito en sus tragedias radiales, ante la inminencia de la desgracia, aparecerá el dictadorcillo, para “salvarnos” de esos horrores.

Y obligará al sujeto a documentar la posesión de la moto, instalar luces delanteras y traseras; colocarse el casco protector, y otro para el pasajero cuando es un servicio de transporte, no circular a contra vía, ni “llevarse” en los rebases temerarios los retrovisores de los vehículos privados. En el caso de los llamados “deliverys” dispondría consecuencias para los dueños de comercios. (Aplausos).

El negador de libertades, con el apoyo de todos, obligaría a los empresarios y dueños de patanas y camiones a transitar a la izquierda, colocación de luces delanteras y traseras, neumáticos adecuados, contratación de choferes que realmente superen el examen para una licencia especial.

Además, de estrictas revisiones anuales, todo so pena de multas millonarias, incautación de los vehículos y cancelación de las licencias de operación. Camión atrapado extrayendo arena de un río, las últimas medidas, con sometimiento penal a los operadores.

Claro, que aplicará similares medidas a propietarios y conductores de autobuses, minibuses y “voladoras” de transporte de pasajeros. Ningún pasajero colgando en las puertas.

El “concho”, eliminado por decreto y “a raya” los “sindicalistas, que imposibilitados de protestas y de chantajes a los ausentes demócratas, abandonarán el oficio. Los constructores de puentes, túneles, pasos a desnivel, escuelas, edificios públicos y privados pagarían con su vida el colapso de las obras cuando haya pérdidas humanas. Aplausos de los olvidados deudos de las víctimas de esas irresponsabilidades. Pleno respeto a las áreas verdes y las de uso público, usufructuada por inmobiliarias o por profesionales de las ocupaciones de tierra.

Cero ventas de bienes inmuebles dobles y triples, con complicidades de instancias del Estado. Transparencia absoluta en el ámbito inmobiliario. Los restoranes obligados a tener estacionamientos, en función de sus capacidades clientelares y a repartir el 10 por ciento de Ley entre los empleados. Prohibido cobrar el impuesto en las comidas “para llevar”.

El dictadorcillo, interesado en más aplausos, garantizará que la contratación de extranjeros no supere el 20 por ciento, para el respeto de la norma del 80 y 20. Absoluto control fronterizo.

Disminuirá el número de provincias y municipios, así como la cantidad de senadores y diputados y dispondrá más celeridad de la justicia (eliminada la que vele por los derechos humanos, ya que solo beneficiaba a “los delincuentes”, dirá). Todo esto con constantes discursos sobre el “daño que han hecho los políticos al país”, en un tono como el pepillito centroamericano o con el desparpajo del suramericano, aspirante a cantante.

Pero, “otro día”, cuando los negocios irregulares pasen a manos del dictadorcillo o cuando se abarroten las cárceles, vengan las deportaciones, las iglesias y medios celebrantes despierten volveremos a desear esta democracia, necesaria, pero debilucha e irresponsable.

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