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MIRANDO POR EL RETROVISOR

Incansables, aunque se escriba sobre mojado

La Biblia reseña como Jesucristo utilizó dos parábolas para enseñarles a sus discípulos la importancia de ser incesantes en la oración: La del vecino y la viuda importunos.

Una narra (Lucas 11: 5-10) el caso del hombre que acude a medianoche donde un amigo a pedirle unos panes para una visita inesperada. Y la otra, el disgusto de un juez (Lucas 18: 1-8) que recibe la petición insistente de una viuda para que le haga justicia con un adversario.

El amigo cede en suministrar los panes a su vecino y el juez injusto en atender el clamor de la viuda, por la insistencia en sus peticiones, pese a que ambos fueron inoportunos.

A los periodistas nos pasa igual cuando tocamos con insistencia determinados temas al escribir. Ejercemos una profesión que sin dudas nos proporciona muchas satisfacciones, porque frecuentemente somos el canal para la solución de diversos males sociales, pero también llena de frustraciones por la falta de respuestas en la mayoría de los casos.

Para muestra, dos ejemplos, tan ilustrativos como las citadas parábolas. El pasado sábado 18 de noviembre, apenas 14 días después del primer aniversario de las inundaciones que generaron un caos en gran parte del país el año pasado, la historia se repite con resultados más dramáticos, pues además colapsó una pared del paso a desnivel construido en la intersección de las avenidas 27 de Febrero y Máximo Gómez, donde se registraron nueve de las 30 muertes que dejó un disturbio tropical.

El jueves pasado, en la redacción del Listín Diario, se hizo también el ejercicio de rescatar un editorial que tocaba el manejo temerario de los patanistas, a raíz de la fatal tragedia del pasado miércoles, cuando el conductor de un vehículo pesado embistió un autobús repleto de pasajeros en Quita Sueño de Haina, provincia San Cristóbal, con un resultado hasta ahora de doce fallecidos.

Ese editorial fue publicado el 18 de enero del 2019, bajo el título “Que termine el terror de las patanas”. La nueva tragedia demuestra que, cuatro años después, no se ha hecho absolutamente nada para controlar a conductores, no solo de patanas, sino de cualquier tipo de vehículo que circula por las vías sin respetar las más insignificantes normas de tránsito.

A tal grado es el descuido con problemas que laceran el alma nacional, que los medios de comunicación no necesitan realizar investigaciones nuevas sobre males sociales que el país arrastra por décadas. Bastaría buscar en las colecciones de los diarios, reproducir esos reportajes y crónicas del pasado, con lo que estaríamos retratando realidades actuales, quizás solo con un gobierno diferente al mando.

Uno admite que a los lectores debe provocarles hastío leer reiterados trabajos periodísticos sobre la inseguridad ciudadana, caos en el tránsito, precariedad de servicios públicos, secuelas de lluvias, deficiencias en el sistema de drenaje, corrupción administrativa y baja calidad de la educación, para solo citar unos cuantos que ya forman parte de nuestra idiosincrasia como nación.

Es cierto que la mayoría de los presidentes llegan al cargo con las manos atadas por los compromisos asumidos con quienes financiaron sus campañas y, una vez en el poder, gobiernan para una minoría a la que deben pagar favores, olvidando a la gran masa de ciudadanos que ven frustradas sus esperanzas cada cuatro años.

Pero también su indiferencia está muy ligada a la falta de voluntad política, a que sus prioridades no están en armonía con las de la mayoría de la población y a que prefieren más las obras que aportan capital político. El sistema de drenaje es el mejor ejemplo, una prioridad, pero que ningún gobernante ha atendido porque se trata de “una obra que no se ve”.

Y hay que agradecer que todavía en “Quisqueya la bella”, “un país que lo tiene todo”, sus ciudadanos exhiben un nivel de tolerancia que ya se ha agotado en otras naciones de Latinoamérica, donde sus habitantes están favoreciendo con el voto a políticos atípicos, en una búsqueda desesperada de solución a problemas ancestrales.

Los políticos que en la oposición tocan la guitarra y al llegar al poder resulta que el instrumento es un violín, o que se excusan argumentando que no tienen una varita mágica y hasta que no son Dios para resolver los males que tan vehementemente prometieron solucionar durante sus campañas electorales, deberían mirarse en el espejo del juez injusto y el vecino al que le tocaron la puerta a la medianoche.

Si no procuran soluciones a tantas insatisfacciones acumuladas porque es su obligación una vez reciben el mandato de gobernar a la nación, por lo menos hacerlo por la insistencia de tantos comunicadores que reflejan los anhelos de un pueblo que a veces tan solo reclama pan y justicia.

El juez injusto de una de las parábolas dijo dentro de sí: “Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que, viniendo de continuo, me agote la paciencia”.

En el caso de un país con tantas desilusiones acumuladas puede resultar al revés, que el pueblo se canse de clamar incesantemente, pierda la paciencia y procure un redentor con el perfil de Javier Milei en Argentina.

Y quien sabe, un tipo así quizás actúe diferente a los que han gobernado a República Dominicana por tantos años, a quienes les han tocado con vehemencia la puerta y no la han abierto sin importar la hora, y tampoco se han dignado a impartir justicia, aunque se lo han implorado hasta de rodillas.

En mi rol de comunicador, seguiré insistiendo con esos temas sin importar que luzca en ocasiones reiterativo. Otra vez importuno, como el vecino y la viuda, aunque sea el ejercicio de escribir sobre mojado.

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