Todos lamentamos el desplome de una parte de la loza que cubre un lateral del túnel de las avenidas Máximo Gomez y 27 de febrero. El hecho de que 9 personas fallecieran bajo la mole de cemento desplazada por la presión de las aguas lluvias del pasado sábado 18 de noviembre, no solo entristece a todos los dominicanos.
También ha generado debates, temores, acusaciones y hasta sugerencias INSENSATAS. Hablo de temores porque algunos ciudadanos han expresado su decisión de “no circular nunca más” por un túnel debido a este incidente. Se entiende, en principio que, como seres humanos, sintamos temor a la muerte y cuidemos nuestro paso por lugares peligrosos.
Pero, si por cada accidente en una vía la abandonamos, hoy todas las carreteras del país estuvieran cerradas. Serian pocos los lugares por donde pudiésemos transitar. Tampoco estarían funcionando los metros de Nueva York, Madrid, Japón o China, donde se han producido trágicos accidentes con su secuela de muertos y heridos.
O no estuvieran volando los aviones, circulando los autobuses y los barcos, porque varios de estos han fallado o se han incendiado. Pero, lo más alocado que he escuchado en estos días, en voces de ciudadanos e incluso comunicadores, es la sugerencia de RELLENAR los túneles.
Eliminarlos y convertirles en vías normales o construir elevados en su lugar. Quienes así opinan, posiblemente son los que piensan como el hombre cornudo. Fue aquel señor que llegó a su vivienda, encontró a la esposa con otro hombre en su cama y de inmediato procedió a quemar la cama, pero siguió con su señora y permitió irse al compañero del momento. Si el cierre de los túneles evitara los accidentes de tránsito, todos respaldaríamos la propuesta, pero somos conscientes de que eso no va a suceder. Que sigan abiertos los túneles, con mantenimiento más oportuno.