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QUO VADIS

Un tanque de guerra al parqueo

Un día llegué al Palacio Nacional, a mediados de los 90, convocado por el entrañable amigo embajador Roberto Blandino, jefe de Protocolo, para que le asistiera en una actividad que se realizaría en el Salón de Las Cariátides.

Al entrar no podía creer lo que mis ojos estaban viendo, era una escena surrealista, en aquellas que la realidad superaba la fantasía. Rápidamente me desmonté de mi vehículo a indagar qué estaba pasando.

El general Sancito Caro Brito, jefe de la Guardia Presidencial, en persona estaba dando instrucciones de que entraran un tanque de guerra a los parqueos del ala izquierda del Palacio Nacional, precisamente debajo del Salón de las Cariátides y de la oficina de la Vicepresidencia de la República.

Por mi cabeza pasó de repente que se podía tratar de cualquier cosa, desde la muerte del presidente hasta una asonada, aunque no veía ambiente ni de una cosa ni de la otra. Más cuando veo que están entrando el tanque por un espacio que no cabía, destruyendo las bisagras de las puertas del parqueo y parte de la pared de cemento que las amparaba.

Ni corto ni perezoso fui directamente donde el general, quien siempre era muy cordial conmigo, y le pregunté ¿qué pasaba? Me miró con cara de impotencia y socorriendo me respondió: “no pasa nada, cumpliendo una orden”.

Cuando averiguo me dicen que el asunto era por un parqueo. Todavía incrédulo sigo preguntando, hasta que me explican los detalles:

El director de Prensa del Palacio Nacional, Rafael Vidal Martínez, tenía un parqueo interno asignado. Durante semanas una joven que había sido designada como asistente del presidente, llegaba temprano al Palacio y estacionaba su vehículo en ese parqueo, a pesar de estar señalizado para el director de prensa. Ya se había advertido al jefe de la Guardia Presidencial de la persistencia de este hecho.

El general le pidió a la joven que estacionara su vehículo en otro lugar para respetar los espacios asignados a los funcionarios, pero la joven le respondió “que ella estacionaba en ese parqueo con autorización del presidente y que lo iba a seguir haciendo”.

Al día siguiente llegó Vidal y como era costumbre su parqueo estaba ocupado. El funcionario, aunque era una persona muy sosegada y cordial, perdió el control y embistió repetidas veces el vehículo de la joven.

Cuando la joven encontró su carro semidestruido fue llorando donde el presidente, quien inquieto y molesto le cuestionaba: ¿Tú estabas dentro del carro? ¿Estás lastimada?

El general tuvo que dar una explicación del hecho a Balaguer, quien le ripostaba: ¿Cuándo Vidal compró ese parqueo…? ¿Quién se lo vendió...? Caro Brito preocupado le respondió: “No lo sé, señor, pero voy a averiguar”. “En lo que averigua, páreme un tanque de guerra en ese parqueo ¡Ahora mismo!”, le instruyó el presidente.

Estas insólitas instrucciones se hicieron efectivas al instante. Un hecho reseñado por toda la prensa nacional, que ha quedado como parte de nuestra historia.  

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