De las brujas a la autocensura

“Si la libertad significa algo, será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente aquello que no quiere oír”, narraba George Orwell en una de sus más importantes obras, Rebelión en la granja.

Esa frase conduce a múltiples preguntas, aunque incapaces seamos de hallar respuestas en tan escasas líneas. Si libertad es la capacidad de decir cosas que no quieres escuchar ¿Es posible decir la verdad en todo momento aunque resulte ruidosa? La respuesta es negativa, nadie nunca ha podido decir la verdad de lo que piensa de forma absoluta, entre otras cosas, porque como ser social el ser humano está llamado a la administración de sus realidades para lograr la convivencia.

Llevándolo a la práctica social, nada que ver con periodismo, resulta poco probable que un ser social, cargado de prejuicios e intereses destruya tales cosas para transitar el camino de la absoluta verdad y libertad de expresión. Esto es la autocensura.

Hoy como nunca antes, contrario a lo que se cree, la censura afecta a los ciudadanos del mundo. A pesar de que las redes sociales han quebrado barreras de expresión, esos mismos nichos han creado otras. Dos elementos esenciales interactúan en la comunicación social de hoy que aceleran esa realidad: los algoritmos y la espiral del silencio.

Los algoritmos en plataformas de entretenimiento y comunicación tienen la encomienda de mantener a los usuarios pegados a sus dispositivos la mayor parte de sus días, cada like, cada segundo frente a una fotografía cuenta, y es decodificado con el propósito de entender si es de tu agrado o no, para acercarte contenido similar para lograr su cometido.

Es precisamente allí donde se está generando una de las mayores fracturas de la sociedad de hoy, ya que el comportamiento está condicionado por la información que recibe cada individuo, y es en este contexto donde los polos son cada vez más fuertes.

Es ahí donde entra en juego el segundo elemento, la espiral del silencio, donde la tendencia es silenciar a quienes se convierten en minoría, dejando la cancha abierta a quienes entendiéndose dueños de la verdad.

El linchamiento al que se expone todo el que expresa una opinión, colocado en la posición inferior de la piramide, tiene consecuencias sociales y económicas comparables con la caza de brujas en la Edad Media.

Garantizar la expresión libérrima aún con estos retos es tarea de todos, antes que la pirámide se invierta.

El autor es periodista y consultor en comunicación.

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