Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

mirando por el retrovisor

Alcemos la voz por la niñez

Cada 20 de noviembre se conmemora el Día Mundial de la Infancia, instaurado en esa fecha porque la Declaración de los Derechos del Niño fue aprobada el 20 de noviembre de 1959, de manera unánime por los 78 Estados miembros que componían en ese entonces la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Tras la emisión de esta declaración, en 1989, también un 20 de noviembre, se firmó la Convención sobre los Derechos del Niño, un tratado internacional vinculante de la ONU con 54 artículos, que finalmente entró en vigor el 2 de septiembre de 1990.

El objetivo de la convención ha sido destacar que los niños y niñas tienen los mismos derechos que los adultos, pero con la salvedad de que, por no haber alcanzado el pleno desarrollo físico y mental, ese segmento de la población requiere de una protección especial.

Aunque la Convención de los Derechos del Niño es el tratado internacional más ratificado en la historia de la humanidad, sigue siendo letra muerta para numerosos Estados que se comprometieron a aplicarlo con su aprobación.

Por esa razón, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) conmemora este año la fecha con el lema “Alza la voz por la niñez” y, aunque reconoce los avances conseguidos en los últimos años, enfatiza en la necesidad de que los Estados continúen trabajando para garantizar los derechos y el bienestar de la población infantil.

Algo que perdemos regularmente de vista es que, así como tienen los mismos derechos que los adultos, los niños y niñas enfrentan por igual situaciones tan adversas como los mayores, en la mayoría de los casos sin haberlas generado.

Lo vemos a diario con las experiencias desgarradoras que enfrentan millones de niños y niñas en el mundo por las guerras, migraciones, deficiencias de servicios públicos, precarias atenciones en salud, secuelas por los desastres naturales y la hambruna.

Frente a los desafíos de un mundo en crisis y tan convulsionado, olvidamos, incluso en las reseñas periodísticas de esos eventos, que los niños y niñas constituyen el sector poblacional más vulnerable y, por tanto, son quienes más sufren por los conflictos sociales que son de la exclusiva responsabilidad de los adultos.

Tanto la Organización Mundial de la Salud (OMS) como su regional Panamericana de la Salud (OPS) han llamado también la atención sobre la incidencia de los trastornos mentales y el alza de la tasa de suicidios en la población infantil, ahora más expuesta por el uso extensivo de las avanzadas tecnologías, sin la adecuada supervisión de padres y tutores.

En República Dominicana solemos dar más importancia de la debida a asuntos baladíes. Para muestra un solo botón, el conocimiento de una medida de coerción al cantante urbano Tekashi, acusado de agresión, mantuvo en vilo a gran parte de la sociedad y diversos medios de comunicación.

Pero cuando están involucrados menores de edad, no generan por igual la atención de la sociedad y medios, muchas veces bajo el argumento de que "son cosas de muchachos".

Eso ocurrió hace dos semanas cuando cuatro menores de edad golpearon y torturaron a otro niño de nueve años en el distrito municipal Guayabal de la provincia Santiago.

Fue un episodio preocupante que retrata los riesgos que enfrenta a diario la niñez en el país. Pero es probable que todavía los "agresores" y la víctima no hayan recibido las orientaciones y el apoyo de profesionales de la conducta para evitar que se repitan episodios tan desagradables.

Los niños y niñas enfrentan presiones por los cambios biológicos y sociales en su trayecto a la edad adulta, lograr un excelente desempeño académico, el bullying (acoso escolar), el manejo de las relaciones intrafamiliares (muchos provienen de hogares disfuncionales), problemas económicos en el seno familiar (lo que lleva al trabajo infantil), la violencia dentro y fuera de las aulas y la falta de asistencia profesional para manejar las relaciones con sus compañeros de clases y educadores.

Como adultos, lidiando cada día con los estresores de la vida, perdemos de vista que los niños y niñas también pueden sufrir depresión, ansiedad, trastorno del estrés post traumático y otros males psicoemocionales que deterioran su calidad de vida a tan temprana edad.

Y paradójicamente, en un tiempo de comunicación amplia y efectiva por el auge de las avanzadas tecnologías, se ha perdido la conectividad afectiva con la niñez.

Sigue imperando la cultura del “cállese” porque se entiende que los niños y niñas no tienen derecho a la palabra y mucho menos a la apelación ante las directrices de los adultos.

Entre todos sus derechos, uno esencial es a ser escuchados. Es la mejor manera de hacerlos sentir valorados en el hogar y en la escuela.

Un cambio en el manejo de las relaciones con la población infantil nos permitirá ir desterrando la frase de que los niños y niñas “son el futuro”. Son también un presente que si miramos en lontananza terminará marcando sus vidas para siempre.

Como sociedad estamos comprometidos a realizar nuestro mayor esfuerzo para garantizarle a la niñez plenamente sus derechos, pero también un mejor porvenir que comienza ahora.

Tags relacionados