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Nicaragua y Ortega, mal ejemplo en la región

 Los malos ejemplos son peligrosos cuando otros los replican y, peor aún, cuando se trata de gobernantes que comprueban que pueden imponer sus acciones antidemocráticas.

En su historia moderna (siglos XX y XXI), Nicaragua ha tenido apenas breves pasajes republicanos, esos en los que funcionan los tres poderes del Estado y se respeta la independencia entre ellos. En cambio, han sufrido primero con la “dinastía” dictatorial de los Somoza, los tristemente célebres “Tacho” –padre e hijo–, y ahora los supera en poder y despotismo Daniel Ortega, quien gobierna juntamente con su “escudera” Rosario Murillo.

Al parecer, la edad ha vuelto más intolerante al dictador, que ha aumentado la represión contra sus opositores, sean estos políticos, la prensa independiente, librepensadores, académicos, artistas, escritores, o simplemente el pueblo cansado de la opresión y falta de oportunidades. Las voces disonantes no tienen cabida en la Nicaragua de hoy.

Los ejemplos están a la vista. Antes de las elecciones de 2021 se encargó de enviar a la cárcel a todos los opositores que podrían hacerle sombra en las urnas; consistentemente ha ido callando a la prensa independiente, provocó literalmente una matanza cuando el pueblo salió a las calles a protestar entre 2018 y 2019; y ha cancelado a más de 3,000 ONG.

Por supuesto, para poder hacer todo esto, ¡y más!, cuenta con el control absoluto de los tribunales y cortes, así como con un congreso complaciente que come de su mano.

Como dirían los mexicanos, la opinión de la comunidad internacional “le valen madre”, y el 19 de noviembre abandona la OEA, el organismo regional que le ha censurado una y otra vez por los constantes atropellos a la democracia y las violaciones a los derechos humanos.

Los malos ejemplos en la región se replican. En un período del siglo pasado se tomó a los regímenes militares como “ejemplo” de gobierno. Tras el retorno de la democracia en Latinoamérica en el ocaso del siglo, Hugo Chávez llegó a la presidencia de Venezuela y se convirtió en dictador. Pronto lo imitaron en actitudes Rafael Correa (Ecuador), Evo Morales (Bolivia) y el propio Ortega.

En la actualidad, las dictaduras de Nicaragua, Cuba y Venezuela son señaladas de los mismos atropellos a la democracia: un presidente controla los tres poderes del Estado; la justicia se aplica selectivamente; no se respeta la libertad de prensa; les “vale madre” la opinión internacional; los opositores van a la cárcel o al exilio; el enriquecimiento (corrupción) se permite a los “elegidos”; y los derechos humanos no se respetan.

No es difícil entender entonces por qué afirmo que Ortega es un “mal ejemplo” en la región. En Guatemala, mi país, hay una dictadura en ciernes, no basada necesariamente en una persona, sino en un “sistema” que aplica los mismos principios que los que vemos en la Nicaragua orteguista.

Como allá, en las pasadas elecciones se eliminó selectivamente a candidatos presidenciales, la justicia busca fachadas de legalidad para perseguir a opositores, que tienen dos opciones: cárcel o exilio. La prensa independiente es acosada. Allá se obligó al cierre del diario La Prensa, como en Guatemala se hizo con elPeriódico, un medio que denunciaba la corrupción gubernamental. Al gerente de La Prensa se le acusó de lavado de dinero, mismo delito que en Guatemala se le endilgó al periodista José Rubén Zamora de elPeriódico, uno de los más galardonados en el hemisferio por libertad de prensa. Ninguno de ellos tuvo un juicio justo.

La OEA y el departamento de Estado de EEUU emiten resoluciones censurando las acciones antidemocráticas de Nicaragua, lo mismo que hacen con las autoridades de Guatemala. En lo único que Guatemala lleva ventaja, es que 49 personas, entre funcionarios, empresarios o profesionales han sido incluidos en la Lista Engel, esa que sanciona a “corruptos y antidemocráticos”, mientras que Nicaragua suma “solamente” 41.

Ortega dispuso su salida de la OEA, y Guatemala corre el peligro de que se le aplique pronto la Carta Democrática Interamericana. Demasiadas similitudes como para no causar preocupación entre amplios sectores de la población, en especial aquellos que aprecian los valores democráticos y las libertades. Demasiadas similitudes del régimen de Giammattei con el sandinista como para no causar preocupación entre amplios sectores de la población, en especial aquellos que aprecian los valores democráticos y las libertades. Por cierto, Republica Dominicana ha sido uno de los países que mejor mensaje ha envió en defensa de la democracia guatemalteca en el seno de la organización americana.

Algunos creen que es cuestión ideológica. Sin embargo, simple y llanamente es cuestión de espíritu antidemocrático y ambición.

*Expresidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP)