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Jonás, inseguridad y ridiculez

Aunque muchas personas tengan escaso conocimiento de los asuntos bíblicos, han escuchado algo acerca del profeta Jonás, a quien YHAVÉ le ordena ir a predicar a los habitantes de Nínive. “Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y pregona contra ella; porque ha subido su maldad delante de mí”. (Jonás 1:2).

Como él no le dijo a YHAVÉ que no iría, implícitamente significaba que aceptaba. Sin embargo, se fue a otra ciudad ubicada en el extremo opuesto de donde debía ir. Simbólicamente amable lector, le diremos que Jonás partió hacia “Higüey” en lugar de ir a “Juana Méndez”, ciudad de Haití que colinda con Dajabón.

Después de enfrentar algunas peripecias, ocurre el episodio del pez que ha provocado muchas controversias pueriles, pues muchas personas mantienen que la “garganta” de una ballena no puede tragar una persona y otros sostienen que sí es posible. Nosotros no entraremos en esa discusión estéril y nos limitamos a lo que está en la Biblia: “Jehová tenía preparado un gran pez que tragase a Jonás”. (Jonás 1:17).

El caso es que Jonás llegó a Nínive y cumple la misión encomendada de predicarles para que se arrepintieran de sus malas acciones o enfrentar a las consecuencias.

Jonás, como hombre afortunado, tiene una segunda oportunidad para cumplir su misión, lo cual es sumamente interesante, porque muchas personas piensan que la vida les dará continuas oportunidades y que siempre habrá tiempo para comenzar de nuevo.

Y en realidad no es así, sólo unos pocos tienen esa dicha. Debemos atrapar la oportunidad férreamente, debido a que si lo hacemos así, la vida nos premiará con su “sonrisa”, y si no, entonces nos castigará con su “acidez” y no nos permitirá disfrutar con paz y felicidad de sus enormes beneficios.

En cuanto a Jonás, éste inicia su misión, y de manera inverosímil para él, ocurre lo siguiente: “Y los hombres de Nínive creyeron a Dios". (Jonás 3:5). Queremos destacar que ese pueblo creyó a Dios, no importando que el mensajero -en este caso Jonás- era un hombre inseguro (ese fue uno de los motivos para salir huyendo en dirección contraria), lleno de dudas y como veremos posteriormente, soberbio, altanero y además con el defecto mayor que puede tener un ser humano: Carente de la capacidad de amar (lo que lo lleva a ser un fanático religioso). Sin embargo, a pesar de todos estos defectos que hacían que Jonás predicase desganado y con deseos de ser rechazado, los ninivianos creyeron en Dios. De eso aprendemos que lo importante no es el mensajero, sino el mensaje.

Se podría pensar que Jonás se sentía feliz y satisfecho, porque su misión fue exitosa, pero no es así: “Jonás sintió un gran disgusto, se enfureció”. (Jonás 4:1). Y para que YHAVÉ no tuviese dudas de cuán grande era su enojo, le hizo una oración altanera. Veamos: “¡Ay YHAVÉ! Ya lo decía yo cuando estaba todavía en mi tierra y por eso me apresuré a huir a Tarsis: pues sabía que tú eres un Dios clemente, compasivo, paciente y generoso, que se arrepiente del castigo. Así que, YHAVÉ, quítame la vida, pues prefiero morirme a estar vivo". (Jonás 4:2).

Podemos percibir con claridad que el enojo de Jonás es tan grande que incluso le pide a YHAVÉ que le quite la vida. Y en su oración, lo que nosotros consideramos como cualidades positivas de Dios, para Jonás son negativas, como ser clemente, tardo en enojarse, amoroso y de gran misericordia.

En eso de Jonás considerar débil a Dios, coincidía con el filósofo Frederick Nietzsche, quien en su libro “Así habló Zaratustra, dice: “Pero al final se volvió viejo y débil y blando y compasivo, más parecido a un abuelo que a un padre, y parecido sobre todo a una vieja abuela vacilante. Se sentaba allí mustio, en el rincón de su estufa, se afligía a causa de la debilidad de sus piernas”.

En cuanto al enorme disgusto de Jonás, YHAVÉ le pregunta: “¿Te parece bien enfurecerte así?”.

Jonás se resistió al mandato de Jehová de predicarle a los habitantes de Nínive.

Jonás se resistió al mandato de Jehová de predicarle a los habitantes de Nínive.EXTERNA/

Debemos tener claro que esa conducta irreverente de Jonás está motivada en su inseguridad, porque temía que todo sucediese contrario a lo que esperaba y hasta pide por eso que lo maten.

Y de esa acción podría surgir una pregunta ¿Pero cómo puede ser insegura una persona que ni siquiera teme a la muerte?

La razón es que muchas personas pueden enmascarar su inseguridad teniendo conductas arriesgadas. Y así, por ejemplo, se sabe de soldados en guerra que han realizado actos heroicos atacando en loca carrera el frente enemigo...pero esa acción no ha estado motivada en la valentía, sino en el miedo. En el caso de Jonás su acción se conoce como “chantaje emocional”, o sea, pretende chantajear al mismísimo YHAVÉ, para que cambie su decisión con relación a Nínive.

Es claro también que Jonás no deseaba morir. Es cierto que muchas personas por una frustración leve o disgusto intentan suicidarse y algunas lo consiguen. Dentro de las causas más comunes de esos intentos están las rupturas amorosas, perder una posición de prestigio social, una catástrofe económica y mil posibilidades más. Todas expresan que a partir de determinado hecho, sus vidas no tienen sentido, y la verdad, no es que sus vidas han perdido su sentido, sino que están viviendo vidas carentes de felicidad auténtica, creyendo que pueden conseguirla con conductas extravagantes o consumiendo alcohol y otras drogas.

No debemos procurar que las crisis ocurran, pero tampoco cuando llegan sentir un temor desmesurado, debido a que las crisis son inevitables en algún momento de nuestras vidas, y estas nos ayudan a fortalecer nuestra personalidad. Y quien las evita a toda costa, pierde la capacidad de madurar y se convierte en candidato al suicidio.

En el caso de Jonás, éste no respondió la interrogante de YHAVÉ ¿Te parece bien enfurecerte así? Lo que hizo fue lo siguiente: “Y salió Jonás de la ciudad, y acampó hacia el Oriente de la ciudad, y se hizo allí una enramada, y se sentó debajo de ella a la sombra, hasta ver que acontecería en la ciudad”. (Jonás 4:5).

Esa acción de Jonás podría parecer sumamente extraña, porque eligió un lugar alto para ver desde allí lo que esperaba que ocurriera a la ciudad. Y esperaba que cayese desde las alturas fuego consumidor, como “armas nucleares”, que redujese a escombros a Nínive y a sus habitantes.

Y Jonás creía que debía ser así porque era un fanático religioso y padecía lo que el eminente psiquiatra español Alonso Fernández describe en su libro “Fundamentos de la psiquiatría actual”, como “Idea deliroide”, que es cuando las ideas sobrevaloradas se han arraigado tanto en el sujeto que se han vuelto irrefutables a la argumentación lógica.

Y usted puede percibir que YHAVÉ intentó hacer la psicoterapia a Jonás, tratando de que aceptase la realidad, increpándole ¿Qué si era justo que él estuviese enfurecido por su decisión de perdonar a Nínive? Pero este fanático religioso no hizo caso y se acomodó para ver caer las “bombas nucleares” sobre la ciudad.

Eso podría parecer ciencia ficción, pero lo vimos actualmente con el ministro israelí de Patrimonio, Amichai Eliyahu, un fanático que considera una opción viable lanzar bombas nucleares sobre Gaza, aunque estén ahí los rehenes israelíes y de otras naciones.

Los fanáticos son un verdadero peligro en cualquier época. Jonás prefería que Nínive fuera borrada de la faz de la tierra, con tal de no quedar en ridículo.

Le decimos a Jonás y a usted que no existe persona más ridícula, que aquella que teme hacer el ridículo.

Por suerte, contrario a los fanáticos peligrosos, tenemos a los humoristas. El escritor Don Miguel de Unamuno, en su libro “Vida de Don Quijote y Sancho”, expresa al respecto que “Estoy avergonzado de haber alguna vez fingido entes de ficción, personajes novelescos, para poner en sus labios lo que no me atrevía a decir con los míos y hacerles decir como en broma lo que yo siento muy en serio”.

Eso mismo es lo que hacen los buenos humoristas, nos dicen en broma cosas muy serias.

En Latinoamérica hemos tenido grandiosos humoristas, dentro de ellos podemos decir con orgullo patrio que tuvimos al inmenso Freddy Beras Goico, quien por medio de diferentes personajes lograba producir el “milagro” de la risa y la reflexión posterior sobre algo que nos había parecido tan gracioso.

No vamos a analizar en esta ocasión algunos de sus personajes, sino a tomar una obra sencilla escrita por él titulada “El libro de las excusas con sus ñapas”.

La motivación (siempre es importante saber la motivación, sea consciente o no) surgió de su incapacidad para desempeñarse adecuadamente en el juego de los bolos.

Ese libro tiene montones de excusas para situaciones diversas, pero lo que plantea en esencia no es la facilidad para que tengamos más excusas a mano a fin de no aceptar nuestra responsabilidad (como Jonás), como podría parecer si se lee el libro de manera frívola, sino que plantea de manera sutil lo irresponsable que solemos ser al estar dando casi constantemente excusas.

Los buenos humoristas son personas a quienes la sociedad debe parte de su alegría y en eso creemos que estamos de acuerdo. En lo que quizás haya un poco de reticencia para aceptarlo, es en la afirmación de que para ser un buen humorista se necesita mucha sabiduría, mucha perspicacia y ser un excelente pintor de nuestra vida cotidiana.

Lo ideal es que no usemos tantas excusas como Jonás, estar en paz con Dios, tomar la vida más en broma y evitar enfurecernos por asuntos baladíes.

El autor es general psiquiatra (retirado) del Ejército

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