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Discurso derogó decreto

A 24 días de entregar el poder a Antonio Guzmán, el presidente Balaguer procedió al traslado de los restos de Pedro Santana al “Panteón de la Patria”.

El 23 de julio de 1978, Balaguer encabezó la inhumación de los restos mortales de Santana, con uno de los panegíricos más paradójicos que pronunció en su vida.

El decreto 1383 que disponía el traslado al Panteón Nacional se había dictado el 24 de octubre de 1975. Tres años antes de la ceremonia, la cual logró hacerse por insistencia del académico Manuel Jesús Goico Castro, autor de la obra “En torno a Pedro Santana”.

Balaguer pronunció un discurso controvertido en que primero destacó la errancia de los restos de Santana: “Olvidados en El Seibo, después de haber ido de tumba en tumba, desde la Fortaleza Ozama hasta el lugar que le acoge, como peregrinación final, para su descanso eterno”.

Santana fallece el 14 de junio de 1864 y fue enterrado en la Fortaleza Ozama, donde estuvo por quince años.

El 9 de enero de 1879, el presidente Cesáreo Guillermo, autorizó su traslado a la Iglesia de Regina Angelorum, bajo la custodia del padre Billini, el cual murió el 9 de marzo de 1890 y se decidió enterrarlo en la tumba de Santana, al cual sacaron de la misma.

Monseñor Fernando A. Meriño -quien llegó a Arzobispo de Santo Domingo por recomendación de Santana, aunque luego tuvieran agrios enfrentamientos- ordenó su traslado a la Catedral.

El 21 de marzo de 1931 por decisión de Monseñor Adolfo Nouel, sus despojos fueron enviados a la Iglesia Corazón de Jesús de El Seibo. Más tarde, el 17 de octubre de 1936, en la inauguración del puente “General Santana” sobre el rio Sanate, Nouel le entregó a Trujillo la espada del General Santana.

Luego de este periplo de sus restos, el presidente Balaguer decidió llevarlo al Panteón Nacional, pero en su discurso le enrostró sus crímenes y crueldades, aunque a la vez lo redimió por sus triunfos en algunas guerras de independencia. Balaguer esgrimía:

“Parecería que las bóvedas de este monumento secular van a desplomarse sobre nosotros por haber franqueado las puertas de este santuario patriótico a un apóstata que vendió a su propia patria, cuyos restos parecían inapelablemente condenados a ir de ciudad en ciudad y de tumba en tumba, arrastrando las cadenas de un ostracismo ignominioso”.

“A pesar de los famosos crímenes de Estado,…. tengo que confesarte hoy, Pedro Santana, que yo al igual que otros muchos dominicanos no puedo sustraerme a la atracción de tu grandeza histórica”

Concluyendo: “Fuiste grande ante Haití, el mayor peligro que amenazaba en todas las épocas la existencia de la República, y esos laureles, aunque manchados de la anexión, deben bastar por sí solos para otorgarte el derecho de ocupar un sitial preeminente en el Olimpo de nuestros dioses”.

Ante aquella embestida, el entonces director del Listín Diario, Rafael Herrera, presente en el acto, solo dijo “el discurso derogó el decreto”.