POLÍTICA Y CULTURA

La coherencia y la lealtad, como valores…

Los procesos electorales son ajustes estadísticos de la correlación de fuerzas sociales y políticas en un entramado coyuntural determinado. La ofensiva política encabezada por Luis Abinader y una constelación de jóvenes, figuras inmaculadas políticamente, echó abajo lo que parecía imposible, la remoción del ejercicio continuado en el Poder de una facción del Partido de la Liberación Dominicana, embriagada de codicia insaciable. La tarea fue ciclópea, movilizó la nación entera, jornada gigantesca de esfuerzos en alianza con sectores no corrompidos de la sociedad civil. El surgimiento de un liderazgo consolidado en la persona de Luis Abinader como oferta y demanda del adecentamiento del viejo aparato del Estado dominicano, pompa orgánica que nació inficionada de ambiciones e intereses nefandos en 1844, por la presencia incorporada y vil del déspota Santana, negación de todo lo sublime y patriótico que encarnaron Duarte y Luperón, se expresó en el 2020 bajo el látigo de la denuncia y la voz opositora como vehículo de cambios esenciales en la tribuna pública.

Fueron diversos los factores que empujaron esa hazaña de derrotar al Estado, como múltiples fueron las voces y liderazgos orgánicos, los que cimentaron la victoria electoral en el año dos mil veinte, añadiendo a esto, el ajuste fundamental de denuncias contra la corrupción, tocando la esfera internacional como nos enseñó José Francisco Peña Gómez, para descabezar un proyecto de continuidad que laceraba profundamente la esencia democrática del país. De nuevo, ahora abocados al ejercicio democrático de selección, nuestro país requiere garantizar la continuidad, dentro del esquema constitucional aprobado y compartido de un período más de ejercicio gubernamental, en la persona digna e incorruptible del presidente Abinader, joven estadista cuya visualización y práctica de Estado, ha permitido sortear los efectos negativos de las epidemias, las guerras, los altibajos de los precios del mercado mundial, las radiaciones fluctuantes de los eventos catastróficos de las guerras, y consolidar una de las economías más floreciente del continente. Hoy, se hace necesario consolidar al amparo constitucional del mandato y del derecho, todas la vías de acceso a la democracia funcional, al liderazgo exhibido por este joven presidente cuyo accionar ha adecentado la administración pública y se ha expresado con una dignidad inusitada frente al drama haitiano, exponiendo con claridad en los foros internacionales la posición del Estado con irrestricto apego a normas, convenios y compromisos contraídos en la defensa de la Patria y en la convivencia civilizada de los pueblos.

Ahora que entramos de lleno a la campaña electoral, tenemos el deber de apoyar y consolidar los valores orgánicos de la sociedad, el vinculo social de nuestros representantes, la fuerza telúrica de nuestro pasado histórico ensamblado con los parámetros actualizados, engarzando los valores renovados, que expresan el ejercicio de nuevos y vigentes liderazgos dentro la organización política, aquellos vínculos que nos conectaron con el despertar de conciencia, materializada en las victorias sucesivas del pasado inmediato.

El reconocimiento y la lealtad son bienes que no conocen los oportunistas de todos los pelajes, siempre prestos a saltar en las coyunturas para luego desertar innoblemente, dentro de sus escaramuzas de pigmeos, no suman y restan táctica y estratégicamente, a los que habría de agregar a los resentidos y malhadados, siempre esperando el momento coyuntural para obliterar, bloquear, azarar.