PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Arrupe en el Vaticano II: palabras sobre ateísmo

Desde el 23 septiembre se discutía en el Concilio la Gaudium et Spes, luego de un año de reelaboraciones. El 27 septiembre, 1965 Pedro Arrupe, intervino sobre el ateísmo.

El esquema sobre la Iglesia en el mundo moderno es digno de alabanza por intentar dar soluciones a los problemas actuales, pero temo que tales soluciones y especialmente lo contenido en el número 19 sobre el ateísmo –ciertamente contra la intención de los redactores– queden todavía excesivamente en el plano intelectual. Esto sería permanecer en un defecto en el que incurrimos frecuentemente: la Iglesia tiene la verdad, los principios, los argumentos. Pero ¿transmite todo esto al mundo de modo verdaderamente eficaz». Arrupe abogaba por una revisión a fondo de los métodos pastorales, especialmente con relación al fenómeno del ateísmo. Subrayaba: el problema del ateísmo no era de índole exclusivamente filosófica, sino vital. (Ver J. Argaya, Diario del Concilio en Santiago Madrigal, S.J., “Pedro Arrupe y el Concilio Vaticano II”, Estudios Eclesiásticos, vol. 91 (2016), núm. 356, pp. 143-172).

Esa referencia a la vida estaba en armonía con el No. 19 del documento Gaudium et Spes. El texto mantiene su actualidad: “Quienes voluntariamente pretenden apartar de su corazón a Dios y soslayar las cuestiones religiosas, desoyen el dictamen de su conciencia y, por tanto, no carecen de culpa. Sin embargo, también los creyentes tienen en esto su parte de responsabilidad. Porque el ateísmo, considerado en su total integridad, no es un fenómeno originario, sino un fenómeno derivado de varias causas, entre las que se debe contar también la reacción crítica contra las religiones, y, ciertamente en algunas zonas del mundo, sobre todo contra la religión cristiana. Por lo cual, en esta génesis del ateísmo pueden tener parte no pequeña los propios creyentes, en cuanto que, con el descuido de la educación religiosa, o con la exposición inadecuada de la doctrina, o incluso con los defectos de su vida religiosa, moral y social, han velado más bien que revelado el genuino rostro de Dios y de la religión.”

El 8 de diciembre de 1975, Paulo VI volvía sobre el tema: “La ruptura entre Evangelio y cultura es sin duda alguna el drama de nuestro tiempo…” Evangelii Nuntiandi No. 20. Inspirado tal vez en su admirado P. De Lubac, El Drama del Humanismo Ateo, 1945. 

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