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MIRANDO POR EL RETROVISOR

Un emblemático “teteo”

El “teteo”, esa combinación tan popular de degradación y rebeldía, se movió por un día de su entorno cotidiano a la emblemática, tranquila y turística Zona Colonial.

Llevar el “teteo” de su habitual zona de tolerancia donde predominan los “wawawá” a otra igual de permisiva, pero menos mediática porque está dominada por los “popis”, provocó que gran parte de la sociedad rasgara sus vestiduras ante tan execrable atrevimiento.

De manera inesperada, en la ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, el 8 de diciembre de 1990, probaron el terror del día a día en los barrios de la capital y de cualquier provincia del país.

Los protagonistas del “teteo” diario en los hábitats del “populacho” cometieron la osadía de intranquilizar las casas de Bastidas, de Tostado, de Diego Caballero, de la Familia Dávila y por poco desatan el cordón de la que construyó la familia Garay en 1502, considerado el edificio de piedra más antiguo del Nuevo Mundo.

Imagino la indignación desde sus tumbas de la élite colonial, incluida la familia Colón, las mujeres que solían pasearse por la calle las damas y el gobernador Nicolás de Ovando en su confortable hostal, el mismo de la ingeniosa idea de trasladar la ciudad de Santo Domingo a la margen occidental del río Ozama, ahora escenario de inundaciones, pobreza y olvido.

La misma élite que no se inmutó cuando aquel cuarto domingo de adviento, en 1511, Fray Antón de Montesinos, esa voz que como Juan el Bautista también clamó en el desierto, gritó en defensa de los aborígenes “¿Éstos, no son hombres? ¿No tienen almas racionales? ¿No estáis obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin darles de comer ni curarlos de sus enfermedades?

La idéntica actitud de gran parte de la sociedad que no reacciona cuando el “teteo” llena de terror cada día a residentes con diabetes, hipertensión, insuficiencia cardíaca y un severo insomnio por las fiestas callejeras hasta altas horas de la madrugada, en “La 42” de Capotillo y en “Colombia” de Villas Agrícolas, ambos barrios de la capital.

El presidente Luis Abinader y la vicepresidenta Raquel Peña, las cabezas del Poder Ejecutivo, también reaccionaron indignados por el “teteo” del pasado 28 de octubre en la Zona Colonial. Prometieron, ante ese desorden, imposible de tolerar, un régimen de consecuencias contra quién o quiénes resulten culpables, para que situaciones como esta no vuelvan a suceder.

Y la pregunta obligada es -imitando a Montesinos con los cuestionamientos que hizo a la aristocracia que sacó tanto provecho del maltrato a la población aborigen- ¿La solución será solo para la Zona Colonial o incluirán a los barrios de cualquier ciudad del país también abrumados por los “teteos”?

No piensen que uno se alegra de que residentes en la Ciudad Colonial probaran aunque sea una cucharadita de la amarga medicina que deben tragar constantemente residentes en zonas que no son la verdadera realidad de los barrios. Sí, porque ni “La 42”, ni “Colombia”, representan a la mayoría de los vecinos decentes, honestos y trabajadores de los sectores Capotillo y Villas Agrícolas, quienes luchan a diario por subsistir en medio de precariedades socioeconómicas desatendidas por los gobiernos, sin importar el color del partido que ostente el poder.

Lo más seguro es que la Zona Colonial, después del caos, desorden y terror que se vivió allí en un solo día, tendrá una mayor vigilancia policial para evitar, como prometió el presidente de la República, que tan lamentables episodios vuelvan a trastornar la vida de ciudadanos que merecen tranquilidad y sosiego.

La misma Policía que se beneficia de un “peaje” que impide a los moradores de barrios disfrutar del mismo privilegio, haciendo honor al principio de que “la ley es igual para todos”, consagrado en nuestra Constitución que dentro de unas horas cumplirá 179 años.

Todos sabemos que será un aspaviento por una fiebre momentánea que nueva vez se quedará en la sábana.

Las propias autoridades, medios de comunicación y ahora esa nueva generación de “influencers” se han encargado de reivindicar a zonas como “La 42” y “Colombia”, donde la verdadera raíz de sus males ha sido ignorada por casi la misma cantidad de años que tiene la antigua Ciudad Colonial.

Miles de jóvenes que ni trabajan ni estudian debido a la falta de oportunidades, encuentran en los “teteos” una válvula de escape con el dinero que les proporciona pertenecer a pandillas donde hallan la “aceptación” y “valoración” que la sociedad les niega, pero a cambio de la fidelidad y el compromiso que terminan arrastrando a muchos hacia la muerte.

Solo quien nació, creció y ha vivido la mayor parte de su existencia en algún barrio, o que por una u otra razón lo visita con frecuencia, sabe que allí no tienen cabida el orden, el respeto y el derecho.

Un mecánico arregla un vehículo todo el día en el frente de tu casa o negocio, donde no puedes estacionar tu propio vehículo, el de una visita o un cliente, lo deja sucio de grasa y si le reclamas responde: “Ese carro paga placa”. Si te quejas por el “teteo” con la música a elevado volumen que te roba la tranquilidad y horas valiosas de sueño, te escupen en la cara que “la calle es pública”.

A eso se suman las palabras obscenas y el sexo explícito, así como el consumo desenfrenado de hookah, alcohol y otras drogas que puede terminar arrastrando a tus hijos a un mundo de perdición.

Es la clase de ejemplo que quizás han recibido los cuatro niños que golpearon y torturaron a otro de nueve años en el distrito municipal Guayabal de la provincia Santiago, conductas que lastimosamente terminan también reflejándose en las escuelas.

Una muestra del preocupante deterioro social que debe indignar y mover a reflexión tanto como el emblemático “teteo” de un día en la tradicionalmente tranquila Ciudad Colonial.

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