Enfoque
Diplomacia y comunicación: genuinos mecanismos políticos
Los riesgos de una tercera conflagración mundial son más latentes en la actualidad que en los tiempos de la Guerra Fría por múltiples razones, que van desde el vacío de un liderazgo fuerte y experimentado a nivel global hasta la proliferación de armas nucleares en manos de países con vulnerabilidades sistémicas.
Los archivos desclasificados de Seguridad Nacional de los Estados Unidos pone a disposición del público un gran compendio de las gestiones realizadas por los gobiernos estadounidense y de la propia Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) para evitar conflictos armados que pudieron derivar en una Tercera Guerra Mundial y, en ella, la utilización de armas nucleares.
La diplomacia y la comunicación son dos elementos fundamentales que se ponen de relieve en las gestiones desplegadas por sendos gobiernos para que la guerra entre los dos polos de poder hegemónico mundial no pasara, en esos tiempos de guerra fría, a guerra caliente.
La culminación de la Segunda Guerra Mundial el 8 de mayo de 1945 dejó establecido un Nuevo Orden hegemónico que consolidó el poderío de dos polos: Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que luego del conflicto se dividieron esferas geográficas de influencia, pero al propio tiempo bajo una fina arquitectura geoestratégica crearon las instituciones que servirían para canalizar conflictos futuros, garantizar la paz, el predominio político y, sobre todo, el contrapeso.
Los 55 millones de muertos en la guerra, incluidos 6 millones de judíos, y la cantidad de civiles muertos y desaparecidos fue una lección terrible para la humanidad, que preparó las bases para un extenso período de distensión.
En el balance postguerra no solo contamos la cantidad de víctimas militares y civiles, sino las pérdidas materiales, así como las instituciones creadas que hasta el día de hoy han servido para canalizar la resolución de conflictos y mitigar problemas materiales en vastas zonas del globo, guiadas por la diplomacia y la comunicación.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU), el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización de los Estados Americanos (OEA), la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y el Pacto de Varsovia, este último firmado entre los países del bloque del este como contrapeso a la OTAN, han jugado su rol para mantener la paz durante y después de la Guerra Fría.
Sin entrar en análisis profundo del papel desempeñado individualmente por cada uno de estos mecanismos de consenso, hay la certeza de que ya son obsoletos para manejar las nuevas circunstancias en las que se vislumbran nuevos actores, arquitecturas de alianzas geoestratégica impensables e innovaciones tecnológicas al alcance de los ciudadanos, que sirven para el bien pero también para el mal.
Todo eso se produce en medio de una crisis de liderazgo mundial que se refleja en lo más simple: en los perfiles de los líderes no solo de las naciones poderosas que encabezaron la guerra y postguerra, sino de aquellos de economías emergentes.
Innovación Tecnológica y Desafíos
Si bien la Humanidad ha experimentado los cambios más extraordinarios que se hayan conocido, también es cierto que los desafíos que se presentan son igual de relevantes, pues estamos en un contexto de auge de un Nuevo Orden y de un agotamiento del liderazgo universal de la talla de aquellas figuras que estuvieron a la cabeza de la Segunda Guerra.
En el pasado tuvimos figuras políticas y diplomáticas con cualidades espectaculares: Winston Churchill, Franklín D. Rossevelt, Charles de Gaulle y Joseph Stalin, por solo citar algunos ligados al período pre y postguerra. Luego vinieron liderazgos también estelares.
La generación que le sustituyó no solo fue capaz de dirigir sus naciones de manera acertada. También tuvieron el acierto, en sentido general, de respetar las instituciones y los acuerdos de Bretton Woods y los rubricados posteriormente.
Como señala el general prusiano Karl von Clausewitz en su tratado “De la Guerra”: “la guerra no es simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de las relaciones políticas, una gestión de las mismas por otros medios”.
Ese criterio aplicado con tino después de la Segunda Guerra Mundial explica la disuasión de potenciales guerras.
El Archivo de Seguridad Nacional de Estados Unidos ha puesto al alcance del público, como ya he dicho, documentos desclasificados que nos enteran de muchos de esos esfuerzos.
Entre las informaciones desclasificadas con la que me encontré están todos los documentos relativos al descubrimiento del sitio secreto de pruebas nucleares que Sudáfrica estaba llevando a cabo en 1977, denunciado entonces por el secretario general del Partido Comunista de la URSS, Leonid Brezhnev, quien dirigió una carta al entonces presidente Jimmy Carter para informarle que su país había detectado un sitio de pruebas nucleares.
En su misiva, Brezhnev pidió a Carter que se llevaran a cabo “esfuerzos enérgicos” para impedir el surgimiento de un nuevo Estado con armas nucleares.
Como se puede leer en las comunicaciones y telegramas revelados este 26 de octubre por el National Security Archive, “en cuestión de días el gobierno de Estados Unidos tenía información de inteligencia confirmando la afirmación soviética. La Casa Blanca y el Departamento de Estado coordinaron respuestas diplomáticas con sus aliados europeos.
La denuncia de la URSS fue corroborada luego por la Central de Inteligencia Americana (CIA). Carter lideró las reuniones con el asesor de seguridad Zbigniew Brzezinkki y el secretario de Estado Cyrus Vance.
En este ensayo reflexivo, válido para cualquier circunstancia política como ha sido en todo el discurrir de los siglos, podemos constatar que la diplomacia y la comunicación política son dos mecanismos genuinos para la resolución de conflictos, si ponemos atención a lo que refirió el experto general prusiano de que la política es la guerra hecha por otros medios. ¿Cuáles medios? La diplomacia y la comunicación.