enfoque

Haití y la campaña política dominicana

La oposición tiene derecho a cuestionar al gobierno en cualquier área o tema de interés nacional porque eso es parte de la estrategia política de los partidos que luchan por el poder. 

El campo para esas críticas es amplio. Decir que la economía no crece, que los precios están por las nubes, que las cocinas están vacías y las neveras una piscina, que se falsean las cifras, que estamos retrocediendo como el cangrejo o que el mosquito del dengue es culpa del PRM, es válido, entretenido y natural, visto desde la oposición.

Todo eso aceptable. Pero que algunos lideres opositores cuestionen las medidas adoptadas por el gobierno dominicano respecto a Haití o que den indicios de inclinarse a su favor, es indeseable, peligroso y antipatriótico, porque es desconocer los inmensos riesgos que la crisis en el vecino país representa para nosotros.

una crisis con varias facetas 

Crisis de gobernabilidad, crisis de legitimidad, crisis social, crisis institucional, crisis moral, crisis de inseguridad con bandas armadas que controlan las calles y crisis de odio desatada por sectores corruptos en el poder, interesados en destruir la imagen de República Dominicana con acusaciones de racismo, maltrato y deportaciones ilegales.

Esas campañas nos han hecho daño, aunque pocos países la han comprado. Sin embargo, organismos como la CIDH y Amnistía Internacional viertan acusaciones frecuentes contra República Dominicana de que somos racistas y anti haitiano, desconociendo nuestra descendencia multirracial y los casi un millón haitianos que laboran en nuestros campos y ciudades.

Sin embargo, ayer, el Consejo de Seguridad de la ONU, ratificó las sanciones impuestas a Haití debido a la inseguridad, la violencia y el tráfico de armas, drogas y migrantes que asolan el vecino país.

A pesar de su descrédito, el gobierno de Haití decide continuar, contra viento y marea, la construcción del canal para extraer agua del río Masacre, que viola acuerdos firmados por ambos países.

Y aunque República Dominicana decide abrir la frontera al comercio, los gobernantes haitianos la mantienen cerrada sin importarle que su gente se muera de hambre.

Sellar la frontera al flujo de inmigrantes desde Haití es una cuestión de seguridad nacional con la que no podemos jugar ni politizar.

Ningún líder político dominicano, sin importar al partido que pertenezca o si tienen intereses económicos en Haití, debe criticar al gobierno por las medidas adoptadas en la frontera, salvo que prefiere albergar a dos millones de haitianos más a los que ya existen en nuestro territorio. Eso se llama traición.