La alta peligrosidad de la frontera
Cada frontera tiene sus peculiaridades que las da la historia entre los pueblos que la misma separa, su cultura y el nivel cultural de estas dos poblaciones, sus idiomas, sus razas, sus religiones y entre otros más, sus grados de desarrollo.
También el grado de seguridad de dicha división, la determina los niveles de institucionalidad con que se rigen sus leyes y regulaciones, sistema político y los grados de libertad y el respeto a los derechos humanos que estos sustentes en sus respectivas poblaciones.
Si analizamos estas características entre ambos pueblos que divide nuestra frontera, podemos concluir, que entre la nación dominicana y la nación haitiana no hay ninguna de ellas, en que pueda determinarse alguna similitud. Solo que como pueblos, sus integrantes son seres humanos.
Así los efectos migratorios entre ambos pueblos, pueden producir resultados muy diferentes y dañinos al más desarrollado. Y nunca complementarios, como es en este caso.
Contrario a la experiencia enriquecedora a nuestro acervo cultural, económico y de integración familiar, que obtuvimos con la inmigración de los republicanos españoles, judía, árabe, china, japonesa y cocolos en las primeras décadas del siglo pasado.
En este caso, el pueblo dominicano habla español y el haitiano patois francés, somos de raza mestiza predominantemente, y ellos de raza negra con un elevado nivel de racismo y discriminación hacia el mestizo y el blanco. La mayoría de nuestra población sustenta sus valores religiosos en las enseñanzas y vida de Jesuscristo.
Ellos en el vudu que es una religión sincrética donde se combinan prácticas de religiones africanas con las occidentales. Como país hemos sido invadidos militarmente varías veces por ellos, y con un odio ancestral consideran que nuestro territorio forma parte de su nación.
En lo económico nuestro ingreso nacional por habitantes, o sea la riqueza nacional que le toca a cada uno de sus habitantes, es 7 veces mayor en la dominicana, colocandonos en el rango de país de ingreso medio alto, y a ellos como el único país americano entre el grupo de países PMA o menos adelantados.
La pobreza en dominicana cubre el 23% de su población y en Haití sobrepasa el 80%. La economía dominicana es diversificada y tiene un nivel medio bajo de industrialización por la debilidad en la calidad de su mano de obra y sus bajos niveles de productividad, la economía haitiana se nutre de las remesas, del elevado tráfico de drogas y contrabando de armas y otros bienes, y escasas exportaciones de frutos, con un suelo degradado en sus niveles de fertilidad y con un nivel mínimo de foresta.
En cuanto a los niveles de institucionalidad y sistemas políticos, la República Dominicana ha gozado de gobiernos más o menos democráticos en su largo periodo de casi 60 años de vida democrática una de las más largas en el continente americano, que han fortalecido su institucionalidad, el respeto a los derechos humanos, e impulsado su desarrollo económico. En cambio Haití es una nacion fallida donde su nivel de institucionalidad es mínimo, y está dominado por grupos de mafiosos que copan las calles, los despachos gubernamentales y empresariales.
Sus gobiernos han sido altamente corruptos e improductivos, llevando a ese pueblo a sus actuales niveles de desesperación, culpa de sus corruptos y pésimos gobernantes y de su voraz clase dominante.
De esta forma se ha matado la esperanza de ese pueblo para entregarlo a los brazos compasivos del resto de los pueblos del continente americano, que así actuaron en unos inicios, pero que al persistir su creciente flujo migratorio, los expulsan de sus territorios por su improductividad y sus bajos niveles de educación y costumbres que degradan la educación y costumbres de esos pueblos, elevando el costo fiscal de sus gobiernos y deprimiendo el ingreso real del salario de su población nativa, al igual que ha acontecido en nuestro país, a la vista y a la dejadez irresponsable de nuestra clase política.
Que ahora sorprendida se despierta, cuando todos ellos son culpables, y cuando ya hay pocas esperanzas de que podamos existir como nación.
Nuestro vecino tiene un gobierno que solo existe en papeles, sin institucionalidad, pues es un país gobernado por los intereses de las mafias de delincuentes barriales, políticos y empresariales, cayendo en un estado tal de inseguridad, que si no nos inoculamos cerrando totalmente nuestras fronteras estamos llamados, a ser desbordado por dichos males, exponiendo a nuestro país a que sirva también a ser objetivo del terrorismo internacional y de los narcotraficantes que dominan Haití.
El reporte reciente dado por expertos del Ejército peruano y norteamericano así lo señalan. Esa es la única solución que nos queda, Dominicanizar y cerrar nuestras fronteras desarrollándola y aumentando el nivel de vida de su población para que sirva de valladar al acceso de la inmigración ilegal, buscar nuevos mercados a nuestros productos nacionales que compran en Haití, y darle estatus de inmigrantes temporales a los miles de haitianos que habitan y trabajan en el país.
Por último alentar a otros países como el caso de Guyana, que necesita población trabajadora para el desarrollo de sus riquezas, que imite el elevado acto de solidaridad de Nicaragua, que ha dispuesto llevar miles de mano de obra haitiana, para cubrir las labores de construcción que se señala que llevarán a cabo con recursos chinos. ¿O será para dañarle el pastel a Biden en la frontera del Sur americano?
¡Vaya usted a saber! Pero que se los lleven, para que les cambien su desgraciada vida para bien.