enfoque
Nietzsche, cristianismo y locura
Es absolutamente cierto que el escritor alemán Friedrich Nietzsche (15 de octubre 1844-25 de agosto 1900) ha sido uno de los más notables filósofos en la historia de la humanidad. Su padre y su abuelo fueron pastores protestantes, un dato que podría parecer intrascendente, sin embargo, no es así, debido a que Nietzsche se enorgullecía de su ateísmo.
Aunque en esa época la influencia de padres y abuelos era muy marcada, él fue una excepción en ese sentido. En su libro “El Anticristo” plantea que “al cristianismo se le llama religión de la compasión. La compasión es antitética de los efectos tonificantes, que elevan la energía del sentimiento vital; produce un efecto depresivo".
A esa afirmación responderemos que los cristianos aceptamos que somos capaces de sentir compasión por el mal o males que pueda padecer alguna persona, pero el cristianismo no está fundamentado en la compasión, sino en el amor, un sentimiento vital que siempre produce un efecto tonificante, eleva la energía por medio de sustancias bioquímicas que todos tenemos internamente y generan un efecto antidepresivo.
Así es que contrario a lo dicho por Nietzsche, no existe mejor antidepresivo que sentir el amor de Dios manifestado en nosotros, aunado al amor por nosotros mismos, esa combinación nos da un gozo inefable y produce una experiencia maravillosa en cada día de nuestra vida cotidiana, aunque en ocasiones sea teniendo paz en medio de las tormentas.
Nadie puede pretender una vida sin estrés, lo importante es que los creyentes reales sabemos cómo manejar ese estrés cotidiano. Claro está, si usted es una persona llena de resentimientos contra el mundo y rechaza el que le tocó, de manera tal que su mente fértil le hace imaginar y proponer un mundo poblado por “superhombres” (eso está en su libro “Así habló Zaratustra”), entonces es fácil comprender que para Nietzsche el cristianismo tan solo sea imaginaciones y estupideces.
Sobre el Superhombre que Nietzsche proponía, dice que designa un tipo de óptima constitución, en contraste con los hombres modernos, con los hombres buenos, con los cristianos y demás nihilistas.
También en su libro titulado: “Ecce Homo", Nietzsche sostiene lo siguiente: “Y si me comparo con los hombres a los que hasta ahora se ha honrado como a los hombres primeros, la diferencia es palpable. A estos presuntos "primeros" yo no los considero siquiera hombres, para mí son desechos de humanidad, engendros de enfermedad y de instintos vengativos: Son simplemente monstruos funestos y en el fondo, incurables. Que se vengan de la vida...yo quiero ser la antítesis de ellos”.
Podemos notar que las palabras del filósofo son proféticas. ¿por qué? Sencillo, porque él consideraba a los hombres que la sociedad de su época honraba como primeros desechos de la humanidad, y él quería ser la antítesis de ellos. Y ciertamente culminó siendo la antítesis de ellos, porque quien terminó siendo un desecho humano fue él, debido a la locura ocasionada por la sífilis que lo llevó a la muerte.
Sin embargo, debemos agradecerle a Nietzsche el excelente consejo que nos da cuando expone “Cuidado con todos los hombres extravagantes”. El agradecimiento lógicamente para cuidarnos de extravagantes como él. Las extravagancias siempre tienen un público fiel, saben ocultarse muy bien y se acompañan siempre de su amiga la moda, para de esa manera poner un velo en la mente de las personas que les produzca la sensación de que sus extravagancias son una expresión de espontaneidad e incluso una manera de defender su "libertad”, pues siempre ansían demostrar que son libres y espontáneas, su sinónimo de éxito y de estar a la moda.
Otra razón para que la extravagancia se imponga como moda es que parten del principio de ir contra lo establecido, y esto ya por sí mismo suele producir una inmensa “satisfacción”, porque creen que al ir contra la autoridad están siendo “verdaderamente libres”. Y cuánto se habla de libertad o en nombre de la libertad, se cree tener licencia para hacer cualquier cosa.
La finalidad de las extravagancias es derrotar todo lo que sea considerado figura de autoridad. Y este plan de imponer las extravagancias a nivel mundial parece haber sido diseñado por los mejores “modistos mentales” del mal. Y ante esa situación la sociedad está anonadada, contemplando el fenómeno. Creemos que la mejor forma de definir esta realidad es precisamente esa contemplación pasiva. De manera irresponsable ven cómo sus hijos se destruyen de forma extravagante, ejemplo por medio de la drogadicción y otros males, y no superan su pasividad.
Estamos conscientes de que en esta época decir sociedad solo representa un nombre nebuloso, por tanto, apelamos a la primera sociedad que conoce el ser humano: La familia y a los que deberían ser los rectores del hogar, o sea, los padres, para que dejen su pasividad y asuman el rol que se espera de ellos.
Deseamos aclarar que como todo en la vida tiene sus excepciones, así tenemos algunas agradables en medio de esa pasividad nociva, por ejemplo, en el plano educativo, el Liceo Estados Unidos de América, el Colegio Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, varios colegios católicos y el Colegio Evangélico Central.
En esos sitios, las extravagancias no tienen el control, y en especial el nivel de calidad de la enseñanza que mantienen es verdaderamente altísimo.
Nietzsche en su libro “Así habló Zaratustra” nos dice “Más, cuando Zaratustra estuvo solo, habló así a su corazón: ¡Será posible! ¡Este viejo santo en su bosque, no ha oído todavía nada de que Dios ha muerto”!
La vida tiene muchas finas ironías y paradojas, porque quien le iba a decir a Nietzsche que con tanto afanarse en “matar a Dios”, en aniquilarlo, en tratar de convencernos de su inexistencia, hacía precisamente lo contrario, reconocía la existencia de Dios. Porque solo muere lo que está vivo, por tal razón no podía Nietzsche “matarlo” sin admitir implícitamente su existencia, debido a que lo contrario de la existencia es la nada.
Nietzsche ha “matado” o “intentado matar” a Dios en su alma. Es tal la angustia que le produce la existencia de Dios, que trata de sacarlo de dentro de sí, es como si tratase de exorcizar el “demonio” que era Dios para él...Pero no logra resolver la angustia vital que le produce la existencia de Dios.
Además de “matarlo”, él también decía que Dios le era indiferente y en su libro Ecce Homo plantea: “Dios”, “inmortalidad del alma”, “redención”, “más allá”, “todos esos son conceptos a los que no he dedicado ninguna atención, tampoco ningún tiempo, ni siquiera cuando era niño”.
Esta supuesta indiferencia de Nietzsche es muy parecida a la que usan muchas personas neuróticas, quienes en su afán por tratar de demostrar que sienten indiferencia hacia otros o alguna situación, en realidad hacen lo contrario, dejar evidenciado lo profundamente importante que les resultan esas personas (esto suele ocurrir con una altísima frecuencia en parejas que están separadas). Así sucede con Nietzsche, que su pretendida indiferencia no tuvo éxito, entonces trata de dar un golpe desesperado y “mata a Dios”. Sin embargo, con esto -sin saberlo- lo que hace es poner a flaquear su doctrina y demuestra lo contrario: Que Dios vive y vive para siempre.
Finalmente, con respecto a la locura, cuando se menciona esta palabra, la mayor parte de las personas la asocian a la demencia, descrita en 1901 por el psiquiatra alemán Alois Alzheimer. Sin embargo, ese no es el único tipo de demencia, sino que existen varias, entre ellas: Demencia con cuerpos de Lewy, Cambios en el lóbulo temporal, Demencia vascular, Demencia mixta (por ejemplo, persona con demencia de Alzheimer y demencia vascular).
Hay otros trastornos que pueden provocar síntomas parecidos a la demencia, pero en ocasiones son diagnosticados y tratados erróneamente.
Y también tenemos la demencia sifilítica, que para este artículo nos interesa, debido a que lamentablemente fue la que afectó a Nietzsche. Y debemos percibir lo irónica que suele ser la vida, porque el filósofo alemán propugnaba por la existencia del “Superhombre”. Y además, fue el primero que nos habló de la eutanasia (suicidio asistido).
En su libro titulado: " El ocaso de los ídolos", en el apartado titulado “Moral para médicos”, nos dice que “El enfermo es un parásito de la sociedad. En cierta situación es inconveniente continuar viviendo, continuar vegetando en vil dependencia de los médicos y de las prácticas médicas. Morir de modo altivo, cuando no es ya posible vivir dignamente. La muerte elegida voluntariamente, la muerte en tiempo oportuno, con claridad y serenidad, realizada delante de los hijos y de testigos; de modo que sea posible despedirse realmente. Todo esto está en contradicción con la lamentable y estremecedora comedia que el cristianismo ha instituido para la hora de la muerte. No se debe olvidar que el cristianismo ha abusado de la debilidad del moribundo para hacer un estupro de la conciencia, que ha abusado del mismo modo de la muerte para hacer una valoración del hombre y de su pasado".
Habíamos dicho anteriormente que nuestra vida cotidiana suele ser irónica, porque Nietzsche falleció de sífilis, incurable en esa época, pero tratable ahora con antibióticos, con la frustración de no tener un suicidio asistido, en condiciones muy distantes del superhombre que quiso ser y sin concretizar su anhelo de “matar a Dios”.
El autor es psiquiatra y general (R) del Ejército