Relación de República Dominicana con Haití no es solo de conflictos
El Presidente Constitucional de la República Dominicana, Ramón Arturo Cáceres Vásquez, elegido para el período 1906 a 1912, fue asesinado el 19 de noviembre de 1911 por un grupo de opositores encabezados por Luis Tejera.
Según una versión, el grupo liderado por Luis Tejera pretendía secuestrar al jefe del Estado para obligarlo a dimitir, pero al enfrentarse a sus ayudantes de campo, finalmente lo mataron a tiros.
De hecho, el presidente Cáceres enfrentó la oposición del poderoso clan jimenista del expresidente Juan Isidro Jimenes Moya, quien se oponía a su continuidad como jefe del Estado.
Bajo la presidencia de Cáceres hubo un notable aumento del capital estadounidense en el sector agrícola y al mismo tiempo una mayor dependencia de la política estadounidense. Como resultado, un acuerdo firmado en 1907 colocó las aduanas y las finanzas dominicanas bajo el control de funcionarios del gobierno de los Estados Unidos.
El historial del presidente Cáceres se caracteriza por la pacificación de varias regiones de la República Dominicana, la regresión de la influencia de los caudillos en la política dominicana, la reorganización del ejército y la construcción de infraestructura pública.
En el plano judicial, la estabilidad del gobierno de Cáceres ha permitido un nivel de institucionalización de la justicia nunca antes alcanzado en la historia dominicana.
Al asesinato del presidente Cáceres le siguió un período caótico de revoluciones violentas, golpes de estado y gobiernos de corta duración, hasta la ocupación de los marines estadounidenses en 1916 por un período de ocho años. En el mismo período, los estadounidenses desembarcaron en Haití en 1915 y duraron 19 años.
Lo que cabe señalar es que ciertos dominicanos al igual que los haitianos hoy que se refugian en República Dominicana huyeron de la violencia e inestabilidad de sus países tras la muerte del presidente Cáceres para refugiarse en Haití. Es una repetición de la historia.
Luego del asesinato del Presidente, la migración haitiana hacia República Dominicana registró un aumento significativo. Además, la violencia de las pandillas ha producido una nueva categoría de inmigrantes en la República Dominicana.
En efecto, según el Listín Diario del 10 de septiembre de 2023, los haitianos ocupan el primer lugar entre los compradores extranjeros de bienes raíces en República Dominicana.
Respecto a la migración dominicana del siglo pasado para escapar de las turbulencias tras el asesinato del presidente Cáceres, vale la pena señalar a una de las figuras más importantes de la historia dominicana y de la literatura latinoamericana.
Este es el profesor Juan Bosch, expresidente constitucional de la República Dominicana y líder de uno de los partidos políticos dominicanos más grandes de la izquierda democrática.
A los 2 años, el maestro llegó a refugiarse con sus padres en Haití en 1911 donde vivió hasta los 6 años en la ciudad de Cap-Haitien.
Dos miembros de su familia nacieron en Haití. Se trata de su hermana pequeña, Ángela Bosch Gaviño, nacida en 1911, y su hermano pequeño Francisco Bosch Gaviño, nacido en 1913.
Ángela Bosch es madre de una de las mujeres más influyentes de la política dominicana de los últimos 30 años, Milagros Ortiz Bosch. Exsenadora del Distrito Nacional, vicepresidente bajo la Presidencia de Hipólito Mejía y quien goza de gran reconocimiento en los círculos políticos e intelectuales de Haití.
En el actual gobierno del presidente Abinader, la señora Ortiz Bosch se desempeña como Directora de Ética e Integridad Gubernamental.
El presidente Abinader, por un asunto trivial de construcción de un canal que apenas excede alrededor de un metro en el río Masacre, tomó medidas equivalentes a una declaración de guerra.
En su estrategia de guerra, cerró su frontera pensando matar aún más de hambre a los haitianos que ya se encontraban en una crisis alimentaria. También movilizó a su ejército para intervenir si fuera necesario sobre un pueblo indefenso y sin un verdadero ejército de defensa, presa de la violencia de las bandas armadas y de la explotación de oligarcas depredadores que saquearon sus riquezas y la redujeron a una miseria abyecta. Afortunadamente, la dignidad y el honor de este pueblo siguen vivos.
No hemos planteado este punto para alimentar la propaganda de los extremistas nacionalistas y dar respuestas a este tipo de discursos improductivos: haitianos, pueblos malagradecidos, caníbales, malditos y feos. Responder a estas provocaciones, prejuicios, estereotipos y falsas interpretaciones, consistiría a tapar el sol con la mano.
Nuestro objetivo es sobre todo demostrar que las relaciones entre los dos países no se reducen sólo a prejuicios, conflictos, propaganda de los extremistas y falsas interpretaciones de la historia oficial.
A pesar de antecedentes lamentables, la relación entre los dos pueblos siempre ha estado marcada por hechos concretos de solidaridad, amistad y cooperación mutua.
Por ejemplo, durante el paso del ciclón San Zenón en 1930, el gobierno de Stenio Vicente fue el primero en llevar alivio al pueblo dominicano, así como durante el terremoto de 2010 el gobierno de Leonel Fernández fue el primero al lado de los haitianos. El reconocimiento es la memoria del corazón.
El nacionalismo de uno de los dos países no debe considerarse como la exclusión o negación del otro. La diferencia en el mundo de la globalización es una riqueza, se puede ser diferente y cooperativo. En este caso, los dos pueblos tienen que abordar juntos soluciones a los problemas comunes
Aprovechamos esta reflexión para rendir un vibrante homenaje a un gran dominicano, amigo del pueblo haitiano, admirador de la música haitiana, especialmente de la Orquestra Tropicana de Haití, el fenecido Demetrio Ulises Senfleur, exalcalde de la ciudad fronteriza de Dajabón.
El habría multiplicado sus contactos para jugar un papel protagónico en mitigar este conflicto innecesario y contener la furia bélica del Presidente Abinader.
En cualquier caso, los Capois (Habitantes de Cabo-Haitiano) fieles a sus tradiciones humanistas, nunca dejarán de estar orgullosos de haber albergado en sus ciudades a dos grandes nombres del panamericanismo: Juan Bosch y José Martí.