Enfoque
El Canal de la Discordia
Casi como si se tratara de la crisis desatada entre Británicos y Egipcios en 1956, por el control del canal de Suez, desde el 2020 cuando aún el presidente Jovenel Moïse estaba con vida se ha generado polémica por la construcción de un canal que desviará aguas del río Dajabón o Masacre hacia territorio Haitiano, y que, según las autoridades del vecino país se trata de una construcción privada y que su gobierno no tiene la capacidad de frenar el avance de dicha construcción.
Se ha dicho que la obra hídrica se trata de un canal de trasvase que sería utilizado para llevar agua del Masacre a una laguna y luego irrigar tierras destinadas a la producción de alimentos en Haití, según las crónicas de la prensa dominicana en el año 2013 se solicitó por primera vez a nuestra cancillería el permiso para su construcción, el cual fue negado, en 2017 nuevamente los haitianos pidieron se le otorgaran los permisos de construcción de esta obra corriendo con igual suerte; ya en 2021 y con el canal iniciado los haitianos nos notifican dicha construcción, con un manejo semántico excepcional ya que alegaron que no se trataba de un desviar el cauce del Río Masacre, y efectivamente no se desvía el cauce, pero sí sus aguas.
Para ese año en mayo del 2021 los gobiernos de Haití y República Dominicana publicaron una declaración conjunta luego de una reunión que sostuvieron delegaciones de ambos países para tratar el tema de La Situación de las Aguas Transfronterizas en el Río Dajabón o Masacre, esta declaración binacional realmente ha generado confusión sobre si la cancillería dominicana aceptó o aprobó la construcción; a lo que nuestras autoridades han respondido reiterando que no fue aprobada la construcción del canal y que nunca han recibido de manera formal esa petición.
Todos conocemos de las medidas que ha tomado el presidente Luis Abinader desde prohibir la entrada a nuestro país de los constructores y promotores del canal hasta el cierre total de la frontera, esto para presionar al gobierno del vecino país para que detenga la construcción ilegal y lo hace amparado en el antiguo tratado de de 1929, para la Paz, Amistad Perpetua y Arbitraje firmado por ambos países hace ya más de 90 años y el protocolo de revisión del mismo refrendado en 1936, lo que hace que las acciones del gobierno dominicano sean legítimas y apegadas a las normas el derecho internacional.
Lamentablemente estas medidas no han logrado su cometido, por el contrario el gobierno de Haití ha dado un giro en su política sobre el canal y ha respaldado públicamente la construcción alegando que ellos también tienen derecho a utilizar las aguas del río Dajabón.
Como último recurso el gobierno Dominicano tiene a punto de conclusión la rehabilitación de la obra de toma de la aduana del canal La Vigía, un canal en desuso desde hace más de 50 años por el bajo caudal del río donde ya se han realizado pruebas con bombas que abastecerán con 3 mil galones de agua por minuto el canal, según informaron las autoridades del INDRHI para favorecer a los productores de La Vigía.
Sin embargo, durante el desarrollo de esta tensión binacional no ha faltado el sensacionalismo e histrionismo interno, tanto de los lados de la oposición y oficialistas que han politizado el tema, como de nacionalistas y hasta los liberales que han aprovechado esta situación para matizar la situación sobre la base de los intereses individualistas de sus grupos.
Construir una relación medianamente exitosa con Haití ha sido una de los mayores desafíos que como nación hemos tenido, tanto por razones históricas como por la idiosincrasia y forma de proceder de la comunidad Haitiana. Una muestra de eso es que durante la dictadura de Trujillo, a un año de sentarse en la mesa a revisar el mencionado tratado y donde se les cedió a los Haitianos cerca del 10% del territorio con que cuentan hoy día para definir la frontera de la actualidad, los haitianos seguían avanzando e instalando asentamientos después de sus límites sin respetar el acuerdo, y como consecuencia ocurrió la nefasta matanza de 1937 conocida como la Masacre del Perejil.
Para que tengamos una idea esa época fue tan convulsa entre nuestras relaciones que en apenas 2 años tuvimos 4 cancilleres, José Manuel Cabral y Báez (1936), Ernesto Bonetti Burgos (1936-1937), Julio Ortega Frier (1937-1938) y el 22 de Junio de 1938 el propio dictador Rafael L. Trujillo, quien asumió las riendas de nuestra política exterior tras ser nombrado canciller por uno de los presidentes títeres utilizados durante la dictadura.
Con la construcción del canal no solo está en juego la probabilidad de una escalada de acciones unilaterales desde Haití, sino también la legitimación por parte nuestra a particulares que toman iniciativas sin que les importe lo que pueda o no hacer su gobierno y que de la misma manera en que no respetan a sus autoridades, no respetan nuestras reglas, todo en perjuicio del interés nacional de los dominicanos. También es cierto que la cancillería debe mejorar la forma en cómo nos comunica las cosas y que debe asumir una política firme y clara, que esté acorde lo que hacen con lo que dicen para que no exista la mínima posibilidad de confusión y nadie pueda manipular la información de temas tan delicados como ese.
Finalmente, que lo nacionalista no nos haga olvidar la importancia que representa el segundo socio comercial para nuestra economía, pero que tampoco los intereses económicos se coloquen por encima de la soberanía nacional. Cómo dominicana hago un llamado a prudencia y que sigamos apelando al diálogo responsable para que nuestro gobierno siga mostrando un mensaje contundente a la comunidad internacional de que cuenta con el respaldo de su pueblo para hacer las cosas bien sin ceder una pulgada de nuestra autonomía e independencia, por el bien de los dos pueblos.