enfoque
Misoginia, filósofos y la Biblia
La Misoginia se conoce como la aversión al sexo femenino, una definición prácticamente aceptada a nivel mundial. Y aunque existen muchos estudios con la intención de explicar la génesis de esa aversión, también es cierto que esa definición y otras parecidas no son satisfactorias, así que daremos la nuestra: Misoginia es el deseo insatisfecho del hombre por dominar a la mujer.
De acuerdo a los relatos bíblicos, podemos afirmar que la primera mujer que defendió su dignidad, sin temor a las consecuencias, fue la reina Vasti, porque aunque antes que ella existió Débora, jueza de Israel, una posición equivalente en ese tiempo al cargo de Reina (Jueces 4:5), para los fines del tema, Débora no encaja.
La reina Vasti, sin dar motivos para ello, se vio ante una difícil encrucijada porque su marido el rey Asuero, henchido de vanidad “En el tercer año de su reinado hizo banquete a todos sus príncipes y cortesanos, para mostrar él las riquezas de la gloria de su reino, el brillo, y la magnificencia de su poder”. (Ester1:4-5).
Pero la vanidad de cualquier persona es un barril sin fondo. Por eso aunque todo se desarrollaba aparentemente bien, el rey Asuero no se sentía satisfecho. Sus invitados principales no daban muestras de estar deslumbrados, porque ellos eran tan ricos como él. Así que cuando el alcohol había hecho su efecto en el cerebro del rey, ordenó “Que trajesen a la reina Vasti a la presencia del rey con la corona regia, para mostrar a los pueblos y a los príncipes su belleza”. (Ester 1:11).
La percepción de usted amable lector podría ser de identificación con Asuero, porque aparentemente demostraba admiración por su esposa y que estaba muy orgulloso de ella. Sin embargo, esa no fue la percepción de Vasti y por eso “no quiso comparecer a la orden del Rey enviada por medio de los eunucos, y el Rey se enojó mucho y se encendió en ira” (Ester 1:12).
San Agustín en su famoso libro “Confesiones” nos dice que “toda conducta tiene una motivación, aunque no pueda ser captada por los observadores”.
Quizás alguien se pregunte entonces: ¿Cuáles fueron los motivos de la reina Vasti para negarse a ser exhibida ante los “amiguetes” del rey, si eso era un “acto de amor”.
Lo que sucede es que ya iban muchos días de fiesta y de ingerir alcohol en abundancia. Así que era muy fácil para Vasti saber que la mayoría de esos hombres estaban borrachos y que cuando ella “desfilase por esa pasarela”, la mirarían con marcada lujuria, y ella se sentiría como si estuviese desnuda y con rostro enrojecido por la vergüenza.
El asunto es que Asuero, encendido en ira, preguntó a sus asesores legales cuál debía ser el castigo apropiado para la reina Vasti. Y el abogado Memucan respondió que la “grave falta” cometida por la reina no era una ofensa solo al Rey, sino contra los hombres de todos los pueblos bajo su dominio, porque este hecho será conocido por todas las mujeres y ellas tendrán en poca estima a sus maridos.
Su recomendación fue la emisión de un decreto para destronar a la reina Vasti, y que en esa disposición quedara claramente establecido que “todo hombre afirmase su autoridad en su casa” (Ester 1:13-22).
Con ese decreto debemos admitir que los hombres de esa época “ganaron” porque tenían la fuerza. Pero aunque Vasti perdió su corona, esa “victoria” tendría un sabor amargo para los hombres, no tan solo de su época, sino también de la actual, porque a partir de ahí germinaría en muchos de ellos un sentimiento de inseguridad, debido a que sentirían que recibirían atenciones no por amor, sino por el temor de sus mujeres debido al "remedio o solución" que recomendaron al Rey sus asesores.
Son muchos los escritores famosos que se gozan en ser reconocidos como misóginos. En esta ocasión solo nos referiremos a dos, los filósofos alemanes Friedrich Nietzsche y Arthur Schopenhauer.
En su libro titulado “La genealogía de la moral”, Nietzsche muestra la animadversión que siente por su madre y una hermana, a quienes califica de canaille (gentuza). “El trato que me dan mi madre y mi hermana, hasta este momento, me inspira un horror indecible”, escribió Nietzsche.
En su otro libro titulado “El ocaso de los ídolos”, plantea que la mujer nunca llega al fondo, no es ni siquiera superficial.
Schopenhauer, un misógino más radical que Nietzsche, en su libro “El amor, las mujeres y la muerte”, expone que las mujeres no ven más que lo que tienen delante de los ojos, prefieren las fruslerías a las cosas más importantes. Padecen de miopía intelectual, su horizonte es muy pequeño y se les escapan las cosas lejanas.
Sostiene que, en el fondo de su corazón, las mujeres se imaginan que los hombres han venido al mundo para ganar dinero y ellas para gastarlo. Reflexionó que el disimulo es innato en la mujer... lo cual hace que sea casi imposible encontrar una absolutamente verídica y sincera. Según Schopenhauer, de ese defecto fundamental y de sus consecuencias nacen la falsía, la infidelidad, la traición, la ingratitud.
Probablemente alguien piense que Nietzsche y Schopenhauer son los dos misóginos más grandes que han existido, sin embargo no es así, porque ese “triste honor” le corresponde al apóstol Pablo, debido a que de los demás misóginos las mujeres pueden defenderse con relativa facilidad, ya sea ignorándolos o criticándoles. Sin embargo, para la mujer creyente es muy difícil defenderse de la Misoginia del apóstol Pablo, porque viene enmascarada o encubierta bajo la doctrina religiosa.
Pablo enseñó que “La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer siendo engañada, incurrió en transgresión. Pero se salvará engendrando hijos, si permaneciere en fe, amor y santificación, con modestia”. (1 Timoteo 2:11-15).
Podemos ver claramente que Pablo, al igual que el rey Asuero, considera que la mujer debe dejarse dominar. Y trata de justificar su Misoginia con criterios pueriles, como por ejemplo decir que Adán fue formado primero, lo que le da autoridad sobre la mujer hasta someterla, dominarla y hacerla sumisa.
Pablo expone que Adán no fue engañado por la serpiente en el Edén, sino Eva, una manera misógina de echar toda la culpa de la transgresión sobre ella (y todas las mujeres) y evadiendo su responsabilidad.
El irresponsable y cobarde Adán, no tan solo trató de echar toda la culpa a Eva, sino que en el colmo de la desfachatez hasta intentó culpar a YHAVÉ diciéndole: “La mujer que me diste por compañera, me dio del árbol y yo comí” ( Génesis 3:12).
Otro criterio claramente misógino de Pablo es exigir que la mujer sea modesta. Debemos aclarar que el término “modesta” usado en ese versículo bíblico (1 Timoteo 2:15) no se debe a una traducción errada, porque la encontramos igual en todas las versiones bíblicas.
Y aunque eso a simple vista podría parecer un detalle sin importancia, en realidad no es así, porque tiene una importancia vital, debido a que no sería lo mismo si Pablo hubiese usado la palabra humildad, porque esa diferencia es trascendental desde el punto de vista psicológico.
La modestia es un síntoma propio de la Neurosis de Carácter descrita por el psicoterapeuta austriaco Alfred Adler. Es ese profundo sentimiento de inseguridad que padecen las personas con ese trastorno afectivo. Las personas modestas tratan de evitar cualquier tipo de conflicto, de complacer a los demás y estar bien con todo el mundo, -algo imposible- aunque tengan que actuar en contra de sus verdaderos intereses.
Por eso sufren muchas frustraciones que podrían llevarlos a tener la depresión reactiva o inauténtica que describe el psiquiatra alemán Kurt Sneider en su libro “Patopsicología clínica”.
Y esos pacientes no deben ser tratados con antidepresivos, sino con una excelente psicoterapia que fortalezca su personalidad.
La persona humilde (en lo afectivo, no en lo económico) no se angustia por no estar en armonía con todo el mundo, tampoco le teme a los conflictos, ni los evade, ni tiene sentimientos de inseguridad, sino que como tiene conciencia de su valor como ser humano, su estima personal no depende del reconocimiento de los demás. Por esas razones, una persona humilde puede ceder en algunos conflictos en los cuales pueda verse envuelta, pero como un acto de decencia, si cree que debe hacerlo, no por temor, ni inseguridad personal. Y esa es la diferencia fundamental con las personas modestas.
Así que esa modestia que sugiere Pablo es la manera misógina de intentar que las mujeres sean sumisas y se sometan a los hombres.
Finalmente afirmar que los hombres misóginos no disfrutan de una felicidad auténtica, sino de una pseudofelicidad. Y que cuando eyaculan en las relaciones sexuales liberan principalmente anfetaminas, mientras los hombres felices endorfinas.
El autor es general psiquiatra (retirado) del Ejército