enfoque
La diplomacia disminuye el dolor; el conflicto lo aumenta
El escenario haitiano requiere la intervención de una fuerza armada profesional, pero no con una perspectiva bélica, sino de toma de control. La diplomacia es el analgésico que combate el dolor. Las pandillas son una realidad y se debe actuar inteligentemente frente a estas, evitando una masacre.
Negociar no significa subordinarse a la otra parte. Es una estrategia para reducir la violencia en busca de la necesaria paz que permita al pueblo haitiano elegir un gobierno legítimo que ostente el monopolio de la violencia con reglas de enfrentamiento.
El haitiano es un pueblo con raíces en África, continente en el que las guerras entre etnias forman parte de su modo de vida y, además, descolla la arritmia gubernamental, manteniendo a los pueblos con un nivel precario de desarrollo. No creo que las recetas ortodoxas europeas (u occidentales) sean aplicables a este caso, con valores y cultura diferentes.
Es inexacto, como expresó recientemente el primer ministro haitiano, Ariel Henry, en la ONU, de que la inseguridad del pueblo haitiano fue generada por la proliferación de grupos armados. La misma se debe a la precaria capacidad de gestión que genera pobreza y el resentimiento social ancestral, acrecentándose con la caída de la dictadura de los Duvalier y la posterior disolución del ejército.
Obviamente, Ariel, en la ONU, sufrió de amnesia inducida y se olvidó, entre otros aspectos, como la gratitud, hasta de las brigadas de parturientas haitianas que son atendidas a diario en los hospitales públicos del país que acusan de racista, afectando considerablemente el presupuesto de salud pública dominicano y el futuro identitario nacional, desde inicios de los años 70s.
¿Se pretende generar un nuevo conflicto interminable como el de Chipre?
La cuestión de la independencia chipriota de la colonia involucró a Grecia, Turquía, el Reino Unido y la ONU. Tuvo -y aún mantiene- un componente de conflicto interno (o guerra civil) entre los chipriotas griegos y los chipriotas turcos. Los puntos centrales de la “separación” son el origen, la lengua materna, las tradiciones culturales y la religión.
El arzobispo Makarios (primer presidente chipriota) con espíritu de estadista, se negó a la intervención militar griega, fue depuesto en 1974 y una semana más tarde Turquía invadió el norte de la isla en la “Operación Atila” instaurando la República turca del norte de Chipre.
Al sur de la línea divisoria establecida por los turcos quedó la República de Chipre, la que hoy forma parte de la Unión Europea. ¿Cuándo acabará el conflicto que ya lleva más de 70 años? No se ve ninguna luz del otro lado del túnel.
Los cascos azules
La participación de los cascos azules para mantener la paz y la seguridad internacionales ha generado algunas lecciones aprendidas, como la ocurrida en Haití en 2007. Con un cúmulo de incidentes abandonaron Haití dejándolo en descontrol.
Golpes de Estado y violencia desenfrenada
Un componente de interés es Guy Philippe, un ex policía haitiano transformado en paramilitar. Fue entrenado por las fuerzas especiales de Estados Unidos en Ecuador en la década de 1990. Tras un fallido golpe de Estado contra el presidente René Preval en 2000, huyó a la República Dominicana, donde permaneció hasta retornar a Haití en 2004 para liderar el golpe de Estado contra Jean-Bertand Aristide.
En 2006 se postuló para presidente sin ser acompañado por el pueblo en las urnas. En la conclusión de unas investigaciones de la DEA por tráfico de drogas que iniciaron en el año 2000, en el 2007, su residencia fue allanada y se mantuvo varios años en la clandestinidad.
Con ese escenario, en enero del 2017, un mes después de ser elegido senador, fue apresado, extraditado y condenado por un tribunal norteamericano por lavado de activos del narcotráfico. Según cables internacionales, con ese historial, saldrá de prisión próximamente y sería deportado hacia Haití. A Dios que reparta suerte.
El presidente haitiano Jovenel Moïse fue asesinado el 7 de julio de 2021 mientras estaba en su residencia en Puerto Príncipe. Entre los sospechosos del magnicidio había alrededor de veinte colombianos. El país se vio envuelto en la inseguridad con las pandillas doblegando a las fuerzas policiales.
Un capítulo aparte merece Dimitri Herard, quien fuera jefe de seguridad del presidente Moïse y recibió entrenamiento militar en la Escuela Superior Militar “Eloy Alfaro”, de Quito, Ecuador. Entre otras peculiaridades, usaba un documento de identidad falso para salir del país. Paralelamente, el colombiano Arcángel Pretel Pérez habría sido el reclutador de los autores del atentado.
Con estos antecedentes, no parece simple, pero sí posible, esbozar un plan de acción para recuperar la cordura en la parte occidental de La Española.
Si la planificación se ejecuta desconociendo la realidad de Haití, el panorama no sería auspicioso. Debe reinar la diplomacia que disminuya el dolor del conflicto, sin dejarse de actuar con determinación, sin que dominen las emociones, ni los intereses económicos ni partidarios.