¡Magia!
Había una vez una isla muy alegre, y llena de cocoteros, en la que sus habitantes bailaban desde la mañana hasta la noche al ritmo de las notas musicales. En todas las casas había diferentes instrumentos con los que se hacían muchas canciones. Un día, de repente, toda la música desapareció y las calles se cubrieron de un profundo silencio.
Pianos, flautas, tambores, maracas, güiras, acordeones y violines dejaron de sonar y, poco a poco, a la gente se le olvidó cómo hacer para ponerse contenta. Por eso, una tarde en la que las nubes estaban pintadas de naranja, tres niños de cinco años se reunieron debajo de un gran cocotero con la misión de ayudar.
—¡Tenemos que hacer que la gente esté alegre de nuevo!—, dijo Pedrito, un niño de piel muy oscura y cabello afro.
—¿Cómo lo haremos?—, preguntó Laurita, una pequeña de piel blanca como la leche y de larga melena castaña.
—Muy fácil. Haremos música—, respondió con determinación Hatuey, un niño con la piel más clara que la de Pedrito, pero no tan blanca como la de Laurita y al que le faltaban dos dientes en la boca.
Sin dudar, cada quien fue a su hogar y buscó en los armarios. En todos ellos encontraron tesoros olvidados: ¡instrumentos musicales llenos de telaraña y polvo!
Cada quien regresó al cocotero con algo en la mano. Pedrito llevaba una tambora de madera, Laurita tenía un acordeón de plástico y Hatuey agarraba una güira de metal.
—¿Y ahora, qué hacemos?—, preguntó muy preocupada Laurita.
—¡Tocaaaar!, respondieron Pedrito y Hatuey.
Entonces, empezaron a tocar.
“Tumcutucutú”, hacía la tambora de Pedrito.
“Zua-zua”, hacía la güira de metal.
“Fuan-fuán”, salía del acordeón de Laurita.
Los niños tocaron con todas sus fuerzas y los sonidos empezaron a elevarse por los cielos, haciendo que todas las personas abrieran sus puertas y salieran bailando al ritmo de la música.
—¡El merengue! ¡Al fin volvió el merengue!—, decía muy contenta una señora con la cabeza llena de rolos de todos los colores.
—¡Me-ren-gue!—, repetían a coro los niños del barrio.
—¡Merengue!— dijeron a coro Pedrito, Laura y Hatuey mientras sus instrumentos cantaban: “Tumcutucutú, Zua-zua, Fuan-fuán”.