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La valentía del gran artista Fernando Botero

Cuando el artista colombiano Fernando Botero murió el 15 de septiembre a los 91 años, los medios señalaron que era el pintor y escultor latinoamericano más conocido, y que sus voluminosas figuras están en los museos más prestigiosos del mundo.

Sin embargo, pocas reseñas sobre su fallecimiento mencionaron que, como lo descubrí en las varias veces que lo entreviste, también fue uno de los artistas más valientes de su generación.

Botero fue todo menos políticamente correcto a la hora de expresar sus opiniones sobre algunos de los mayores iconos del arte contemporáneo.

Desafió el dogma imperante entre los críticos de arte al sugerir que gran parte del arte de vanguardia actual es pésimo, y afirmando que el arte debería ser bello.

En una extensa entrevista en 2013, Botero me dijo, la mayoría de las actuales obras de arte conceptual -el arte en el que el concepto detrás de la obra tiende a ser más importante que el objeto en sí - pronto serán olvidadas.

“El arte conceptual, el arte video, etc., está de moda, es considerado como la vanguardia. Pero claro que no hay vanguardias eternas”, me dijo Botero. “Toda esta producción que parece absurda, bueno, es la moda del momento”.

El arte se ha convertido en un gran negocio, en el que algunos artistas compran sus propias obras para inflar sus precios, me dijo Botero.

Hablando de Damian Hirst, el artista británico cuyo tiburón tigre conservado en formol en una pecera se vendió en 2005 por 12 millones de dólares, Botero me dijo: “Hay una manipulación del mercado realmente escandalosa”.

El pintor colombiano me citó artículos periodísticos según los cuales Hirst había comprado una de sus propias obras en una subasta por un precio exorbitante, y añadió: “Eso tiene que ver poco con el arte y mucho con el comercio”.

La pintura como forma de expresión artística nunca desaparecerá, me dijo Botero en esa entrevista, transmitida por CNN en Español.

“La pintura no se puede reemplazar por un video ni por una instalación, porque el video tiene más que ver con la televisión, y la instalación con el teatro”, afirmó Botero. Pintar es algo más difícil, porque se hace sobre una superficie plana, y es más difícil encontrar un estilo personal después de todas las obras que se han pintado en historia, agregó.

La mayoría de los vídeos e instalaciones que se exhiben actualmente son una especie de “concurso de extravagancia”, en el que los artistas compiten para producir la obra más chocante. El problema con esto es que el arte extravagante no es necesariamente buen arte, me dijo el artista.

Hacia el final de esa entrevista, le pregunté si pensaba que el arte debería ser bello. “El arte debe ser bello, definitivamente. El arte puede ser sobre un tema más o menos amable, o puede ser sobre un tema dramático. La belleza está en los dos lados”, respondió.

Botero citó el caso de las pinturas oscuras y dramáticas de Goya como un ejemplo de arte trágico, pero al mismo tiempo hermoso.

Pero añadió que “la gran mayoría de las pinturas tratan temas amables. Yo siempre digo, ¿quién ha visto un cuadro impresionista triste o negativo o deprimente? No existe, y hay miles y miles de cuadros impresionistas”.

Botero detestaba que lo describieran como un “pintor de gente gorda”. Su hijo, el escritor Juan Carlos Botero, recuerda que su padre “nunca en su vida pensó que alguna vez había pintado a un gordo”. Su arte no representaba la obesidad, sino que enfatizaba el volumen de las cosas para magnificar la realidad.

La inspiración de Botero fueron los pintores renacentistas italianos del siglo XV, especialmente Piero della Francesca.

Y aunque no solía ser políticamente activo, Botero hizo una serie de pinturas críticas sobre la cárcel estadounidense de Abu Ghraib, en Irak, y pintaba a generales y cardenales como gente solitaria y quizás hasta deprimida.

Aunque algunos críticos despreciaban la aparente simpleza de sus obras, Botero encontró un estilo único basado en una antigua escuela de arte italiana y lo usó para representar su tierra natal con una mezcla de humor y melancolía.

Retrató a América Latina como pocos en cualquier forma artística, y no tuvo miedo de desafiar las modas del momento.

¡Siempre lo recordaremos, maestro!

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