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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

Pedro Arrupe, S.J., antes de embarcar para Japón

El sucesor del P. Janssens como General de la Compañía de Jesús fue Pedro Arrupe (1907 – 1991). Ejerció como Superior de 1965 a 1981.

Nacido en Bilbao, recibió su formación inicial de los Padres Escolapios. Conoció a los jesuitas a través de una Congregación Mariana (hoy CVX) en la cual fue catequista voluntario. El asesor de la Congregación Mariana, el jesuita P. Basterra marcó su vida. Arrupe inició sus estudios de medicina en 1923 en la Universidad Central de Madrid. Fue compañero estricto del futuro premio nobel (1959) Severo Ochoa con quien dividía honores académicos.

El verano de 1926, visitando el Santuario de Nuestra Señora de Lourdes su formación médica le permite captar lo inexplicable de varias curaciones. En sus propias palabras: “sentí a Dios tan cerca en sus milagros que me arrastró violentamente detrás de sí”. Decide practicar los Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola y en enero de 1927 entra en la Compañía de Jesús en Loyola.

La excelencia de Arrupe como estudiante de medicina se intuye de esta anécdota: el Dr. Juan Negrín López, médico fisiólogo, uno de sus profesores fue a visitarle al noviciado intentando recuperar a Arrupe para la medicina. Negrín rechazaba la fe en nombre de la ciencia y en sus clases atacaba cuanto podía la religión. Diez años más tarde, sería presidente de la República, durante la Guerra Civil española. Que Arrupe quisiera ser cura jesuita le molestaba. No logró disuadirle, pero cuentan que en el abrazo de despedida le dijo: “a pesar de todo, me caes muy simpático”.

Cuando la Compañía fue expulsada de España en 1932, Arrupe estudió en Bélgica y Holanda, con compañeros alemanes y holandeses. Más tarde también recibiría formación en lo que actualmente llamamos “bioética” en Estados Unidos, donde realizaría su Tercera Probación, una especie de segundo noviciado al final de la formación jesuita. Así, siendo joven jesuita Arrupe experimentó diversas culturas.

Durante años, Arrupe les había expresado a los superiores su deseo de ser misionero en el Japón. Finalmente, el 6 de junio de 1938 recibía la carta que le enviaba a Japón. El 30 de septiembre, a los 31 años, Arrupe abordaba la nave que le llevaría a Yokohama.

(Ver, Mikel Viana, “Pedro Arrupe: el sentido de un Centenario”, Revista Internacional de Estudios Vascos, 53, 1, 2008, 277-303).

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