¿Independencia?... El difícil camino hacia la libertad

Detrás de cada movimiento independentista en América, siempre existió el espíritu por la búsqueda de la libertad de los pueblos. Si bien la independencia es el rompimiento de la subordinación a un Estado –en el caso Latinoamericano, principalmente de España–, la libertad tiene que ver con el respeto a los derechos ciudadanos, ya sean estos individuales o colectivos.

En realidad, se trata de dos conceptos diferentes íntimamente ligados. Un país puede ser independiente, pero tener un pueblo subyugado, sin el pleno goce de los derechos políticos, económicos o sociales, por más que el sueño de quienes lucharon contra los imperios de España, Inglaterra o Portugal, fuera el de romper los lazos subyugantes para gozar de libertad, en el más amplio sentido de la palabra.

Los movimientos independentistas, que en muchos países se hicieron con derramamiento de sangre, sirvieron para que los países de América tomaran su rumbo y principiaran a forjar su destino. El primer paso que se dio fue el de adoptar la democracia como sistema político, aunque en la mayoría de los casos se cayó de una forma de autoritarismo a uno que, si bien resulta ser autóctono, no siempre ha tenido como fin la búsqueda del bien común y el respeto de las libertades que merece y sueña toda persona.

Estados Unidos fue el primer país que se independizó en el Nuevo Continente (siglo XVII-1776) y lo hizo para iniciar una vida democrática, en la que el respeto a las libertades de sus ciudadanos fueran la primera inspiración. No es perfecta su democracia –ninguna lo es– pero fue construida en base a principios y valores para favorecer a sus habitantes.

La frase del Abraham Lincoln “El Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, define claramente la razón de ser de la democracia.

En Latinoamérica ha costado mucho construir esa democracia participativa en la que el soberano auténtico sea el pueblo. Tras la independencia surgieron democracias con autoritarismos casi imperiales y el militarismo marcó una etapa demasiado larga de la historia. En los albores del siglo XX circularon aires de libertad en muchos de nuestros países y podríamos decir que hubo brotes de una “primavera democrática”, que aún en este siglo, marcado por los grandes avances tecnológicos y la mega información, sigue buscando la fórmula para arraigarse, pero no siempre con resultados halagüeños.

Cuba es el caso más dramático y prolongado de falta de democracia. Venezuela y Nicaragua siguen en la lista de democracias venidas a menos, en donde los derechos ciudadanos poco o nada valen Guatemala está inmersa ahora mismo en una batalla en la que el sistema marcado por la “vieja política” de corrupción e impunidad, se resiste a dar paso al respeto de las libertades del pueblo, específicamente, la libertad de elegir. De poco ha servido que las voces de los países europeos, Estados Unidos y los organismos internacionales –OEA y ONU– para detener a las fuerzas oscurantistas que ahora mismo tratan de impedir que se concrete la voluntad popular expresada en las urnas en las pasadas elecciones.

Guatemala y Nicaragua han celebrado este 15 de septiembre 202 años de vida “independiente” (1821), pero en ambos países el poder político imperante impide o trata de impedir que exista libertad política, que es la única que puede traer libertad económica y libertad social.

No por nada ambos países mantienen un flujo permanente de inmigrantes hacia Estados Unidos, en donde nicaragüenses y guatemaltecos –como de otras nacionalidades en donde las democracias son más o menos disfuncionales¬–, buscan las oportunidades que la falta de libertades en sus países les niegan.

Como se puede comprobar, la independencia no siempre llega acompañada de libertad. Por ello, la lucha de muchos pueblos latinoamericanos es por consolidar auténticas democracias, esas que sean “del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.