Abel

Con un corazón para Dios, con la entrega de un excelente sacrificio, Abel, el segundo hijo de Adán y Eva, dio un ejemplo que sirve de espejo, de testimonio de cuál es el significado de un hombre justo y de fe.

Precisamente su figura representa el bien, mientras Caín, su hermano mayor, es la imagen del mal. Es decir, en ellos presenciamos la eterna batalla entre el bien y el mal. La diferencia entre ellos se manifestó cuando cada uno presentó su ofrenda a Jehová. Caín, agricultor, ofreció “del fruto de la tierra”, pero Abel, pastor, “de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas”, lo mejor que pudo dar.

En Génesis, leemos: “Miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda, pero no miró con agrado a Caín y a su ofrenda...”.

La preferencia divina puso furioso a Caín y, en un arrebato de celos mató a su hermano Abel. El hermano asesinado se convierte así en el primer mártir del mundo. En el libro de Hebreos, el escritor apunta: “Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella”.