Ética y servidores públicos
La ética pública ofrece al servidor público un conocimiento que le permite actuar correctamente en cada situación, por difícil que ésta sea.
La ética pública, de manera llana y sencilla, se refiere a la ética aplicada y puesta en práctica en las instituciones estatales, e implica que el servidor tenga plena conciencia de que sus actuaciones deben y están orientadas a satisfacer las demandas de los ciudadanos con calidad.
Es decir que la ética pública se refiere a los actos y acciones realizados por funcionarios, no importa el rango, en el cumplimiento del deber y resalta valores y principios que deben ser aplicados a la conducta de los y las servidores públicos. Sin duda alguna es la suma de miles de decisiones diarias de los empleados que laboran en el Estado.
El servidor público diariamente enfrenta dilemas éticos o conflictos de interés que en su gran mayoría se resuelven respetando las normas establecidas y otros como resultado de una profunda reflexión.
Aunque el sentido común alberga principios básicos que permiten conocer lo bueno y lo malo, lo debido y lo indebido, la vida conduce a situaciones en las que lo bueno no siempre resulta claro o evidente.
La respuesta a un conflicto puede ser equivocada si la persona no cuenta con una escala de valores que le permita discernir lo que es correcto de lo que no. En el momento en que el servidor público decide y actúa, la respuesta puede ser justa o injusta, buena o mala, adecuada o inadecuada. Por eso es importante que los servidores públicos cuenten con un marco de valores y principios que les sirva de guía en sus decisiones.
Y ahí radica la importancia de la ética pública, ya que aporta al servidor el conocimiento fundamental que le permite actuar correctamente en cada situación, por difícil que ésta sea, al ofrecer criterios para encontrar soluciones adecuadas y correctas.
Es importante, además, que los servidores públicos tengan la conciencia y certeza que se deben al ciudadano, su sueldo es pagado por el ciudadano y por lo tanto tiene una responsabilidad y un compromiso con la ciudadanía.
Sencillamente, el servidor público debe tener como centro de toda su actuación y atención, el servicio a los ciudadanos y el interés público. A mi entender, para lograr esto hay que cultivar en los trabajadores del gobierno valores que conduzcan a la integridad, objetividad, responsabilidad, transparencia, honestidad y liderazgo.
De manera tan contundente, que quien decida ingresar al servicio público tenga muy claro que entra a una cultura organizacional basada en valores como la excelencia en el trabajo, la vocación de servicio, la eficacia, la eficiencia, el respeto, entre otros.
Indiscutiblemente, la ética pública es un aspecto indispensable que toda persona que desee asumir un cargo público, sin excluir al sector privado, debe asumir, para asegurar actuaciones correctas conforme a los intereses de la nación.
Desde el propio Estado se deben mejorar los controles para garantizar que la persona que desempeñe un puesto público reúna el perfil profesional y técnico requerido para esas funciones, esto es, que tenga conocimientos especializados así como experiencia profesional en el área de que se trate y que sea competente para asegurar un uso adecuado y racional de los recursos públicos.
La persona que trabaja para el Estado debe, necesariamente, ajustar su comportamiento a una serie de reglas, normas y lineamientos de tipo ético y moral. En consecuencia, las y los servidores públicos deben ser un ejemplo de comportamiento ético y moral, cumplir con su deber y estar orgullosos de pertenecer a la función pública, viviendo día a día para recobrar la confianza de la ciudadanía.
Una máxima oriental enseña que el hombre es lo que piensa, que lo que realiza cada persona es resultado de lo que está en su pensamiento. El pensamiento es la fuente de las actitudes y comportamientos de las personas, por lo que una conducta sana lo será a partir de un pensamiento sano.
Por lo tanto, si en la administración pública hay personas con vicios arraigados desde antaño seguramente será porque en su mente hay pensamientos que le impulsan a obrar así. Por ello es importante diseñar y establecer estrategias para fomentar principios éticos en la mente de los servidores públicos, a fin de que sus actos se rijan por la rectitud.
De esta manera, los valores éticos asumidos por las personas que operan en el ámbito público, cultivados de manera adecuada, coadyuvarán a hacer más eficiente la operación de la función pública. De igual modo, colaborarán para reivindicar la imagen del servicio público.
En otras palabras, implica el ejercicio de la virtud por parte de los servidores públicos. Como decía Aristóteles: “No se enseña ética para saber qué es la virtud sino para ser virtuosos.”
Finamente, la función pública implica servicio a la ciudadanía y destaco que elevar la calidad en la administración pública, mediante la conducta honesta, eficiente, objetiva e íntegra de los funcionarios en la gestión de los asuntos públicos, mantiene la confianza en la administración y sus instituciones.
Cualquier intento por fomentar la ética pública es de vital importancia para recuperar y mantener la credibilidad en la función pública, siendo necesario reforzar los hábitos y el espíritu de servicio. Esta tarea es la que compete a una ética pública, el generar convicciones, forjar hábitos, desde los valores y las metas que justifican su existencia.