PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA
Aldred Delp, S.J., preso, torturado y asesinado por los nazis
Delp cayó preso el 27 julio, 1944. Su traslado a la prisión de Tegel cerca de Berlín (27 septiembre, 1944) mejoró su situación. El capellán luterano pertenecía al Círculo de Kreisau. Dos amigas sobornaron a los carceleros de Delp y preservaron sus apuntes disimulados entre su ropa sucia y sangrienta. Con la limpia llegaban mensajes. Uno le anunció sus últimos votos (8 diciembre, 1945), diferidos, ignoramos porqué, desde agosto de 1943.
El 16 diciembre, 1944 conoció las acusaciones: 1) Su papel en el grupo de resistencia Kreisau, 2) Había prestado su parroquia a la resistencia. 3) Conocía el plan de Goerdler y von Moltke contra el nacionalsocialismo. 4) Su contacto con von Stauffenberg y colaborado en el atentado contra Hitler. 5) Un correligionario, Franz Speer, había afirmado: Delp sabía del plan de Stauffenberg (4 y 5, eran falsas). 6) Su rechazo del nacionalsocialismo. Las acusaciones eran poco consistentes. Delp esperaba ser absuelto. Vivía “un tremendo vaivén de consuelos y desconsuelos, de angustias y confianzas, de inquietud y de paz”. Durante el cambio de guardia, celebraba diariamente la Eucaristía.
Delp disertó sobre Alemania y la Europa de la post guerra. Más que un condenado a muerte, pareciera un profesor que lúcidamente profetizara: “Alemania está luchando por su existencia en todos los estratos de su ser. Algo es seguro. No hay una Europa sin Alemania y sin una Alemania codirigente. Una Alemania en la que las corrientes originales de Occidente: cristianismo, germanismo, (no teutonismo) y clasicismo no fluyan en pureza, ni es Alemania, ni es bendición para occidente”.
Sin poder contener las lágrimas, sosteniendo la fórmula de su incorporación definitiva a la Compañía de Jesús con manos esposadas, Delp pronunció sus votos ante su amigo jesuita, Franz von Tattenbach.
Manuel Alcalá, “Alfred Delp (1907 – 1945), jesuita, pronazi, conjurado, mártir”, Estudios Eclesiásticos, No. 66 (1991), 307 – 326. El travieso Delp mantuvo su humor hasta final. Se despidió del capellán de la prisión un rato antes de su ejecución: -- en media hora yo sabré cosas que tú ignoras. -- Helmut Von Moltke, emparentado con el Mariscal de Campo y otro famoso general, se reía en una carta a su esposa. -- Vivimos tiempos extraños: ¡un descendiente de fervientes luteranos por generaciones, compartiendo la cárcel y la condena a muerte junto a un jesuita! --