Abinader y su repostulación: Más allá de la superficialidad
Desde tiempos inmemoriales, la política ha sido un campo donde las promesas y los compromisos a menudo se tambalean ante las realidades cambiantes y las complejidades del gobierno. El presidente Luis Abinader, quien a su tercer año de gobierno, aprueba con altas calificaciones el examen público, ha estado en el centro de un debate candente sobre su promesa previa de no respaldar la reelección presidencial. Si bien es innegable que la coherencia y la honestidad son valores fundamentales en cualquier líder, es esencial contextualizar la situación actual antes de emitir juicios precipitados y dejar espacio para una reflexión más profunda.
En el fragor del actual clima político, los opositores han esparcido la sensación de que Abinader ha traicionado sus principios al anunciar su intención de buscar un segundo mandato. Esto sin ninguna moral porque todos recordamos que los dos presidentes de esos dos principales partidos de oposición incluso reformaron la Constitución solo para poder reelegirse, y uno de ellos, el más reciente, hasta pretendía hacerlo de nuevo en el 2019.
Esta postura simplista no considera la complejidad de los desafíos que ha enfrentado Abinader desde el momento en que asumió el cargo. Recordemos que asumió aquel mes de agosto del 2020, en plena pandemia de COVID-19 que se extendió por todo el mundo, con sus nefastas consecuencias sanitarias y económicas, incluyendo la República Dominicana. Este contexto sin precedentes exigió una adaptación rápida y decisiones difíciles para proteger la salud y el bienestar de la población, que le han sido reconocidos incluso a nivel mundial.
El enfrentamiento entre Rusia y Ucrania añadió otra capa de complejidad a la gestión de Abinader. En un mundo globalizado, los eventos internacionales pueden tener impactos significativos en la política doméstica y en la toma de decisiones del gobierno. Ante esta situación, es esencial reconocer que las circunstancias imprevistas han limitado la capacidad de Abinader para llevar adelante su programa de gobierno según lo planeado inicialmente.
La pregunta crucial que debemos plantearnos es si estas circunstancias excepcionales justifican el giro en la postura de Abinader respecto a la reelección. Es aquí donde debemos analizar la cuestión desde una perspectiva más amplia y comprender que los líderes deben equilibrar las promesas con las responsabilidades cambiantes y a menudo impredecibles del gobierno.
La política no es un terreno estático, sino un campo de juego en constante evolución. Las circunstancias cambian, las prioridades se ajustan y las estrategias deben adaptarse para enfrentar los desafíos presentes. En ese sentido, la decisión de Abinader de buscar la reelección debe evaluarse no solo a través del prisma de una promesa pasada, sino también mediante una evaluación integral de su desempeño y de las realidades a las que se ha enfrentado.
Merece la pena destacar que las circunstancias descritas han dado paso a solo un año de gobierno en circunstancias relativamente normales, y que un año no es suficiente para juzgar la efectividad de una administración, especialmente cuando ese año se ha visto marcado por crisis globales sin precedentes. Abinader merece la oportunidad de continuar las políticas y los proyectos que ha comenzado, y su decisión de buscar la reelección debe ser vista como un intento legítimo de dar continuidad a un proceso que se vio interrumpido por factores externos.
En última instancia, la política no es un asunto de blanco y negro, sino una intersección de circunstancias, decisiones difíciles y responsabilidades cambiantes. Juzgar a Abinader únicamente por su cambio de posición sobre la reelección sería pasar por alto las complejidades y los desafíos que enfrenta cualquier líder en un mundo en constante cambio. En lugar de eso, deberíamos adoptar una perspectiva más amplia y reconocer que las circunstancias excepcionales pueden requerir medidas excepcionales para lograr la estabilidad y el progreso que todos buscamos para la República Dominicana.