En salud, arte y sociedad
Si las lluvias no apagan esos fuegos, ¿quizás Dios sí?
Ayer la NASA despachó su alerta habitual sobre incendios forestales y puntos calientes registrados en el país.
A las 10:17 su servidor compartió datos captados por su sistema FIIRS 375m S-NPP.
Según explican, su iniciativa forma parte del programa “Tierra, Capacidad atmosférica casi en tiempo real” (LANCE por sus siglas inglesas para “Land, Atmosphere, Near real-time Capability”), gestionado a través de su proyecto Sistema de Información y Datos del Sistema de Observación de la Tierra (EOSDIS), siglas inglesas de Earth Obvserving System Data and Information System.
Advertimos la reiteración de “Sistema”.
Tema motivado por el deseo de entender cómo después de tanta lluvia y nubarrones inconclusos, se registran 51 fuegos forestales en la Española, la mayoría en la franja Oriental.
9 puntos en rojo están en territorio haitiano; en el lado dominicano, el resto de incendios o puntos calientes: 42; concentrados en el los municipios Pedro Santana y Bánica, de Elías Piña.
A través de Satellites Pro, accedo al mapa de Bánica y celebro lo densamente verde que permanece y, a decir de Pedro Mir, despoblada. Su red vial está poco transitada y al fondo de la calle San Francisco de Asís, destaca un cúmulo de automóviles estacionados, demasiados para una región tan pequeña y marginal; como si fuera el depósito a donde son trasladados los vehículos importados que se ofertarán en negocios posteriores en el país, ¿y en Haití?
La sorpresa surge porque Bánica —fundada en 1504, en el apogeo conquistador, levantada sobre los cadáveres indígenas de la matanza del Bahoruco de 1503— sólo cuenta con 266.3 kilómetros cuadrados. Según los datos demográficos más recientes que el ayuntamiento local publica en su sitio web, en el 2010 poseía una población de apenas 6,533 habitantes, una densidad poblacional de 25 personas por kilómetro cuadrado y sólo el 4.5% de su población entonces poseía automóvil privado. En el 2010 allí no había zonas francas, hoteles o camas de hoteles. Colmados, sí: 29. Y parceleros en asentamientos campesinos: 39. Inmejorable gráfica estadística del des-desarrollo.
De sus 5.1 mil personas en capacidad laboral entonces, sólo 1.17 mil estaban activas; ocupadas, 949. Pero a pesar de que la población inactiva fue 3,869 entonces, las autoridades de ahí se las ingeniaron para hacer constar que el desempleo en esa localidad era 18.9%. Dato consagrado por el IX Censo Nacional de Población y Vivienda del 2010.
Enfocarse en Bánica tiene sus razones: es un lugar extraordinariamente bello. Me vincula a ella que mi abuela paterna me hiciera acompañarla desde Sosúa (Puerto Plata) a ese lugar, en misión religiosa. Adoré aquel sol y los acantilados que en el trayecto divisé. Después de un cementerio cuyas cruces blancas parecían habitar las elevadas regiones del cielo, divisé el inmenso Atlántico. Infinitamente azul.
Ver, desde el satélite, la estructura urbana de Bánica, entusiasma a incluirla entre los periplos por venir. Como a Haití, la irrigan las mismas mágicas aguas del afluente Artibonito. La diferencia de la vegetación y de la naturaleza que resalta de inmediato habla de frondosidad acá; de erosión allí.
Los dioses todavía tienen arcanas preferencias que explicar y, también, justicia que cumplir.