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SIN PAÑOS TIBIOS

La lluvia es más que eso

Los milímetros no importan, la estadística siempre nos hace olvidar lo relevante. Cuando escuchamos los milímetros de lluvia que trajo Franklin quedamos enganchados; comenzamos a comparar, conjeturar y dejamos de lado que, caiga el agua que caiga, ocurrirá lo mismo que siempre ocurre, el círculo sin fin que nos mantiene en el atraso.

Como una película que cuando llega al final comienza de nuevo, las historias en torno a los fenómenos atmosféricos ocurridos en esta media isla darían para ser incluidas en Cien Años de Soledad, como complemento a su realismo mágico: que si el huracán viene o no viene, que si se devolvió o que si dio la vuelta…

Así como la lluvia de noviembre cogió a todos por sorpresa, así también hay que decir que a Franklin el gobierno le dio seguimiento con tiempo y que los planes de prevención, limpieza de imbornales, cortes de ramas, saneo de cañadas, recogidas de basuras, etc., fueron ejecutados, verdades sean dichas. Tocará evaluar ahora y sacar conclusiones; analizar los nuevos desafíos y las oportunidades de mejora… pero también tocará asumir - en serio - la necesidad de una campaña educativa permanente que influya, a medio plazo, en el cambio de actitud de la gente.

Y es que la institucionalidad del Estado va por un lado y la conciencia ciudadana por otro, dos caminos que se van separando. Mientras el gobierno intenta cumplir su rol, la gente sale a la calle en plena lluvia a tomar alcohol, celebrar y a tirar basura, acaso para que Dios la limpie.

Esta lluvia pone en evidencia los problemas de siempre, que a su vez son consecuencia de otros problemas, estructurales y mayores (ordenamiento territorial, debilidad de gobiernos locales, crecimiento sin planificación y supervisión, etc.), pero también expone, en toda su extensión, los niveles de desigualdad en que vivimos.

La asimetría ha sido el signo que distingue nuestro cacareado desarrollo. Millones viven en casuchas de manera y zinc -muchas con pisos de tierra-, al lado de cañadas y ríos, o justo al lado de residenciales y edificios donde viven, cómodamente, quienes criticamos que salgan a las calles, acaso sin saber que en el espacio reducido en donde viven, la calle puede que sea la parte más decente de su casa.

Hace falta hacer un alto y replantear el modelo y su mecanismo de redistribución, reconocer que nuestro sistema de educación básica ha fallado. La deuda social acumulada está llegando al punto de inflexión, lo de celebrar en plan suicida puede que sea, más que una coyuntural válvula de escape, un aviso premonitorio…

Entre esta lluvia y la siguiente, podemos comenzar a construir las soluciones o continuar quejándonos de los mismos errores.

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