En salud, arte y sociedad

Desde el joven Werther de Goethe: suicidios machistas y caballerosos

Hubo un tiempo cuando el suicidio fue moda. No todo suicidio: el practicado por amor. Proliferó en Alemania a partir de 1774, cuando las juventudes decidieron emular al protagonista de la novela “Las tribulaciones del joven Werther”, escrita por Johann Wolfgang von Goethe.

Ese episodio de la Historia de la Literatura europea configura el patrón reactivo ante el rechazo amoroso de los caballeros, bien diferente del actual, de los machos.

Al no ser correspondidos, los machos matan a las mujeres para luego suicidarse; no por honor: para evadir las consecuencias; por cobardía.

Releer a Goethe confirma cómo el verdadero arte —se ha dicho—, en cualquier disciplina, arrastra los paradigmas de su tiempo al discurso estético.

Frida Kahlo contextualizó el abuso del macho latinoamericano desde la pintura.

En general, es imposible exigir a los autores segregarse de sus experiencias. El portentoso Da Vinci, quien graficó sus conjeturas en impensables artefactos —incluyendo voladores—, retomó la aspiración humana de volar cual pájaros, cuyos orígenes se pierden en el tiempo. Occidente la registró en el mito de Ícaro y los totonacos precolombinos, en sus apólogos de vuelos, mástiles y barcos (Stresser Pean: 2005, pp. 25-26).

Las artes modulan a las personas y, desde estas, a las sociedades: civilizándolas, dogmatizándolas, incrustándoles bellas y execrables idiosincrasias.

La felicidad corrupta de la aristocracia francesa que Jean-Honoré Fragonard llevó a heroicidad en el rococó pictórico retrató, autocomplaciente, los hábitos cortesanos de aquel tiempo; adulando la diversión gozosa de poderosos indiferentes ante el social sufrimiento.

Goethe, al contrario y como la génesis del Romanticismo que fue el Sturn und Drang (ímpetu y tormenta), hurgó en los sentimientos; captando y justipreciando desde ellos. Releerlo sugiere que aquel joven autor de 24 años rechazaba las normas sociales, incluyendo la obligada fidelidad entre enamorados.

En la novela, Werther se prenda perdidamente de Charlotte, mujer comprometida y llegan a besarse para su desgracia. Cuando ella contrae nupcias, él opta por suicidarse, pensando que en “ese trío” sobraba uno: él.

“Las tribulaciones…” es robusta declaración amorosa y, penosamente, evidencia ficcional del trauma cultural de una juventud negada a aceptar límites en sus apetencias: obstinada, hasta lo obsesivo, e insensible ante el desajuste empírico de sus actos ante las normas, el derecho y el decoro vigentes.

Aún así, respetaron al otro: las mujeres.

Entonces, la novela generó efectos similares a nuestras redes sociales: adeptos y una moda: suicidarse por amor no correspondido. Hoy, esto es trágica y productiva factoría de asesinatos.

Tanta fama adquirió la novela que Napoleón Bonaparte la llevaba durante sus compañas; los hombres vestían como el protagonista y cuarenta lectores suyos cometieron suicidio.

“Las tribulaciones…”, ¿simboliza un pasado más digno? ¿La auto-culpabilidad por pretender lo ajeno, tema que Dostoievski tratará en “Crimen y Castigo”? Para los románticos —según los teóricos culturales— “todo tiempo pasado fue mejor” y, al parecer, ¿sigue siéndolo ante las bestiales matanza-suicidios de estos machos?

Postulamos ponderar estas conductas —caballero vs machos— desde la Psicología: ¿los emponzoña una obstinada obsesión que termina seduciéndolos a escindir todo lazo con la gente y con la vida?   

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