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¿Existe orden en el desorden?

“El orden es el placer de la razón, pero el desorden es la delicia de la imaginación”

Paul Claudel, escritor diplomático francés

Una de las causas más frecuentes de conflicto en una convivencia, sea laboral o en las relaciones interpersonales es la forma en que cada cual organiza sus pertenencias.

Hay personas amantes del orden, les da estabilidad y paz. Reconozco que me identifico con esas personas que organizan la ropa por colores, los libros por autores, los zapatos con sus hormas dentro, y mis documentos están ordenados en la computadora, que casi parecen archivos de una agencia de inteligencia (en el sentido figurativo).

Por supuesto, cuando nos toca compartir codo a codo con gente que le da igual donde pone las cosas, seguro que esta disparidad de intereses supone un problema.

Cuando mi curiosidad me llevó a indagar sobre este tema pude cambiar en algo mi paradigma del desorden y entender que este asunto es muy subjetivo y que lo que para el observador es un caos, para los desordenados es su sistema mental abierto, convencidos de que “el orden está en su mente” y que ellos pueden recordar con precisión donde han puesto hasta el más insignificante papel.

Por lo antes explicado no se trata de un asunto de “vagancia” sino que está demostrado que hay un vínculo muy estrecho entre el desorden y la creatividad, sin que sea o se entienda que la creatividad es consecuencia del desorden.

Es frecuente ver el estudio de cualquier artista o creativo lleno de objetos esparcidos por doquier; o escritorios de científicos e intelectuales llenos de libros y papeles. “Este tipo de desorden responde a un criterio productivo y creativo que -según el psicólogo Guillermo Ballenato-, merece respeto ya que es habitual en personas sin miedo alguno al caos externo porque su mente sí está ordenada”.

Sin embargo, volviendo a los amantes del orden, por más que el desorden sea estimulante necesitamos mantener hábitos estructurados que supongan un orden, aunque sea temporal. Ser ordenados favorece, la armonía, la relajación y el bienestar con uno mismo. Incluso en los primeros años de vida el orden propicia el desarrollo cognitivo. La sugerencia es evitar no caer en el orden perfecto, ya que puede derivarse en rigidez mental o en tendencias obsesivas dedicando tanto tiempo a ordenar su entorno que sofoquen la improvisación.

Amaya Terron, psicóloga madrileña, nos advierte que hay grados en la necesidad de ser ordenados: “Es cuando se radicaliza cuando podemos considerar dañino para la persona; ya no se tiene orden porque le confiere felicidad, sino que lo hace para huir de la ansiedad que le provoca no hacerlo o ver algo desordenado”.

Por supuesto que el secreto siempre se encuentra en la búsqueda del equilibrio. Nadie es completamente ordenado ni desordenado, ya que los hábitos se pueden modificar y es posible entrenar la creatividad dentro del orden y ser feliz en un completo desorden.

La autora es Entrenadora Internacional en PNL

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