PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA
Alfred Delp. S.J., jesuita pronazi
Todos los demagogos se parecen, porque emplean los mismos resortes. También todos los que hemos creído en los demagogos somos parientes. A la base de nuestra adhesión al demagogo siempre se encuentran certezas equivocadas sobre dimensiones cruciales de nuestras vidas.
Tal fue el caso de Alfred Delp, S.J. En 1926 concluía brillantemente sus estudios de bachiller. Era un muchacho “voluntarioso, resuelto y difícil”. Durante la secundaría, se había afiliado al movimiento juvenil católico “Nueva Alemania”, fundado por el Cardenal de Colonia F. Hartmann. La organización se distinguía por la sana camaradería y celebraciones litúrgicas vivas y participadas.
Cuando Hitler toma el poder en enero de 1933, Delp era un escolar jesuita, un “maestrillo”. Tenía un cargo dirigente en el nuevo colegio jesuita situado en la Selva Negra cerca de Friburgo/Brisgovia. Delp aprobó la presencia en el colegio de las “juventudes hitlerianas”.
Durante sus estudios de teología en Walkenburg, Holanda, Delp se destacaba por su liderazgo “y por sus simpatías” por el nazismo, al igual que muchos jesuitas alemanes de su generación.
Es fácil identificar cuatro motivos para estas simpatías. Las onerosas sanciones del Tratado de Versalles habían humillado a Alemania, Hitler aseguraba que él haría de Alemania un país grande de nuevo. Segundo, los años de la República de Weimar había reinado un gran desorden e intranquilidad de la vida social. Tercero, muy pronto, las medidas Hitler levantaban la desastrosa economía alemana. Finalmente, en julio de 1933, Hitler y la Santa Sede firmaron un concordato.
Delp estaba en contacto con el Cardenal Faulhaber, el autor del primer borrador de la condena más dura de Pío XI contra el nazismo “Con ardiente preocupación,” 14 marzo, 1937. Su Provincial, apoyaba al Cardenal, lo mismo que el héroe de la Primera Guerra Mundial, P. Rupert Mayer, S.J. Pero Delp seguía con su optimismo sobre los nazis. Hasta un permiso pidió para entrevistar a Rossenberg, “ideólogo del nazismo”, petición que le fue negada por su provincial.
Pero la vida le obligaría a tomar posición. En el púlpito de la iglesia de San Miguel del ahora preso P. Mayer, el Cardenal Faulhaber había predicado días después: “ha llegado la hora de tomar decisiones … cuando las brasas humean, la historia necesita hombres que solo crecen en la cruz.”
Manuel Alcalá, “Alfred Delp (1907 – 1945), jesuita, pronazi, conjurado, mártir”, Estudios Eclesiásticos, No. 66 (1991), 307 – 326.