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Los laberintos de una región convulsa

Procesos electorales insólitos en Ecuador y Guatemala; dictaduras inflexibles en Nicaragua, Cuba y Venezuela; incipiente proceso electoral en Argentina; Colombia entre escándalos; Perú sin rumbo; y el crimen organizado avanza.

Latinoamérica es una región de contrastes, con muchas similitudes entre países, pero también con marcadas diferencias y problemáticas que varían de frontera en frontera, sin que podamos decir que lo que le sucede al vecino no nos afecta, pues tarde o temprano vemos que el “efecto dominó” se presenta. Ya adentrados en el siglo XXI la incertidumbre no desaparece.

Los tanques del pensamiento regionales muestran que Latinoamérica enfrenta grandes desafíos, que la democracia no logra consolidarse y que poco o nada se aprende de los problemas que nos aquejan. Los grandes males, la corrupción y el crimen organizado avanzan en sociedades cada vez más desinformadas en la era de la información. ¡Qué gran contradicción!

Esta semana la noticia de mayor impacto ha sido el asesinato en Ecuador de Fernando Villavicencio, candidato presidencial para las elecciones que tendrán lugar el 20 de agosto. Villavicencio no aparecía entre los favoritos para ganar en las urnas, pero destacaba por ser críticos de la corrupción y lo que él llamaba “el narcoestado”.

Una semana antes la noticia fue el escándalo del narcofinanciamiento a la campaña que llevó a la presidencia de Colombia a Gustavo Petro, y un par de semanas antes, la forma en que el sistema de justicia, bajo el control del oficialismo, intentaba detener el proceso electoral en Guatemala por miedo a perder el poder. Por cierto, el mismo día 20 debe celebrarse el balotaje para definir al próximo presidente de ese país.

La lista de hechos noticias que muestran la multiplicidad de laberintos que hay en la región es larga. Nicaragua, gobernada como finca de su propiedad por Daniel Ortega, mete en la cárcel a un obispo de la iglesia católica –lleva un año en prisión–, retira la nacionalidad a los presos políticos que manda al exilio y nadie puede decir nada en su contra o va a la cárcel.

En Cuba se fueron los hermanos Castro, pero las libertades no llegan. En Venezuela, Nicolás Maduro juega con una supuesta apertura democrática para las futuras elecciones, pero mantiene al país confrontado y bajo su control absoluto. Los argentinos quieren encontrar un camino distinto y superar su casi permanente crisis económica, para lo cual entran en un proceso de elecciones primarias. Finalmente, será sin Cristina Fernández como aspirante presidencial.

Los chilenos se debaten entre izquierda y derecha. Los resultados de las últimas elecciones y consultas populares confirman que no hay fuerza dominante ni rumbo asegurado en ninguna dirección.

Los pueblos se muestran desconcertados y sorprenden muchas veces con sus decisiones en las urnas, mientras los partidos políticos aprovechan que el río latinoamericano se mantiene revuelto para sacar ventaja. El extremo es el retorno de fuerzas políticas que antes fueron repudiadas, como sucedió en Brasil y está por ocurrir en Ecuador.

Muchas similitudes y otro tanto de diferencias.

Lo que es evidente es que la “era de la información” no está creando una “era de la iluminación democrática”. La desinformación es gigantesca y constituye uno de los mayores desafíos de este siglo para la democracia. Los medios de prensa convencionales han dejado de jugar el papel determinante que solían mostrar en tiempos electorales.

Ahora los amos de la desinformación –que es mayor que la información–, son las redes sociales, los NetCenters se han vuelto los grandes jugadores de los procesos electorales y los mensajes de mayor impacto, verídicos o engañosos, están en TikTok, Instagram, Facebook y WhatsApp, entre otras plataformas de intercomunicación.

Es válido hacer una analogía con la Latinoamérica de hoy. En el evangelio apócrifo de los Hechos de Pedro se narra que el apóstol se encontró en un camino a Jesús cargando una cruz, y le preguntó: "Quo vadis Domine" ("¿A dónde vas, Señor?"). La respuesta es desgarradora: "Romam vado iterum crucifigi" ("Voy a Roma para ser crucificado de nuevo").

Esto aplica a nuestros países, pues podríamos preguntarles: “Quo vadis Latinoamérica”? La respuesta sería parecida: “Voy en camino a ser crucificada de nuevo”, en ese camino mencionado, que no es otro que un laberinto distinto para cada país, pero laberinto al fin y al cabo.

*(Periodista, expresidente de la Sociedad Interamericana de Prensa)

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