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La educación dominicana: La Iglesia de Meriño y las ideas positivistas de Hostos

Las corrientes de la Ilustración, del positivismo y, posteriormente, del liberalismo tuvieron un alto grado de influencia en las orientaciones ideológicas y en las gestiones de los proyectos históricos que condujeron a muchos países a confrontaciones ideológicas entre conservadores y liberales.1

La Ilustración fue la antesala del positivismo. Éste proclamó las ciencias experimentales como la única fuente del saber; la filosofía estaría en el plano de lo opinable. Mientras, lo religioso estaría en el plano de lo emocional.

Pensamos que la confrontación tiene un corte ideológico porque, al finalizar el siglo XIX, el positivismo intentaría adentrarse también en el nacimiento de los partidos políticos modernos, aprovechando el aporte de las nuevas corrientes ideológicas que llegan al país como producto de la universalización del pensamiento positivista lo que definitivamente marcará una lucha ideológica entre Eugenio María de Hostos y Fernando Arturo de Meriño en el siglo XIX como veremos a continuación.

Eugenio-maria-de-hostos

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Cada momento histórico está marcado por un desarrollo social, y esto exige cambios en el sistema educativo, porque los objetivos van cambiando con el tiempo. En el período de la Colonia, la educación tenía una orientación católica, de acuerdo a la monarquía existente, aceptando los principios cristianos del momento. El concepto de la independencia va a orientar la educación con otras metas muy diferentes a la filosofía escolástica. Surgen nuevas ideas progresistas, el derecho divino del monarca cambia por el derecho del hombre.

Monseñor Fernando Arturo de Meriño quiso combatir la influencia del positivismo de Hostos, luchó incansablemente contra sus principios y llegó a pensar que las malas orientaciones educativas podían llevar al pueblo dominicano a una desorientación moral, que era fruto de una enseñanza donde no existe la fe católica.2

Hostos creó un sistema de enseñanza actualizado a la realidad existente que vivía la República Dominicana. La sociedad de La Española del siglo XIX era limitada a nivel del progreso educativo. Para Hostos, la herencia colonial fue un atraso de mentalidad. Por eso, puso a la escuela en el eje de la sociedad, alrededor de ella se moldeaba toda la actuación social.

La Escuela Normal representó una novedad fundamental en el ambiente dominicano y el campo de la educación. El modelo ideal de Hostos, basado en la educación, en la escuela, consistió en crear una estructura de muchos maestros con una obligación social.3

República Dominicana, en el año 1875, recibía al destacado pedagogo Eugenio María de Hostos. El país a su llegada se encontraba bajo un sistema educativo que daba más prioridad a lo religioso que a la ciencia, pues, el idealismo cundía las mentes de los educandos. Hostos no fue comprendido en ese momento histórico, porque pretendía proponer un modelo educativo diferente. Las visiones científicas y éticas que quiso explicar fueron vistas sospechosas y no aplicables, como una aspiración ideal. “Hostos quería escuela para todo el mundo, que no se quedara sin tomar un sorbo de esa agua mágica que es la educación”.4

Fernando-Arturo-de-meriño

Fernando-Arturo-de-meriño

La influencia hostosiana que apuntó a la formación del profesorado nacional en la segunda mitad del siglo XIX fue admirable, no lo podemos negar, pero desde el punto de vista de las ideas filosóficas resultaron negativas sus enseñanzas. Su positivismo, su escepticismo metafísico, no dio ámbito al pensamiento de sus discípulos para encausarse por la enseñanza de la verdadera filosofía.5

El positivismo de Hostos se limita fundamentalmente al sector educativo. En el campo de la moral, la jurisprudencia y la sociología, Hostos tuvo una marcada influencia, aunque no ocurrió lo mismo en el campo filosófico.

Por esa razón, Hostos creó una práctica educativa y muchos de sus discípulos, a quienes se conoció como los normalistas, eran las personas de confianza para ir proyectando la idea educativa.

Hostos entró en competencia con el liderazgo cultural que hasta entonces habían ejercido los católicos Meriño, Billini, Bonó y García, y los desplazó. El maestro puertorriqueño no era católico y consideraba que el aula no era un espacio catequético. En su Escuela Normal no se enseñaba religión, sino moral social.

Como es obvio, esa actitud provocó enseguida un conflicto entre la Iglesia y el hostosiano, que se extendió hasta bien avanzado el siglo XX. Hostos no era un hombre creyente en su totalidad, por tal razón no creía precisamente en el Dios de la descubrimiento y la tradición judeo-cristiana. Bajo el concepto de “escolástica”, hacía una crítica general a toda la labor educativa de la Iglesia. Por su parte, la Iglesia sintetizó en la frase escuela sin Dios todas sus críticas y acusaciones contra la reforma educativa hostosiana. Hostos, criticaba el sacerdocio, pero reconocía la función social que desempañan los sacerdotes en los pueblos. Y por último, reconoció los méritos de Meriño para ser rector del Instituto Profesional.

A nivel académico, la Iglesia no podía competir con los hostosianos, porque la Iglesia tenía pocos intelectuales a favor de su filosofía. Ni Billini ni el mismo Meriño crearon un liderazgo cultural católico que equilibrara la influencia de la Escuela Normal. Aparte del seminario conciliar, sólo existía el Colegio San Luis Gonzaga, y tras la muerte del P. Billini en 1890, el colegio decayó hasta cerrar sus puertas. Para contrarrestar esa falta, aunque en algunas parroquias funcionaban ya escuelitas, Meriño creó el 3 de noviembre de 1892 el Colegio Santo Tomás, que se instaló en el mismo local del Seminario.

La sociedad y el Estado estaban muy marcados por el catolicismo. Pero lo católico giraba alrededor de las devociones privadas, fiestas patronales y culto sacramental. La parroquia o la simple capilla pública era el centro de la vida eclesial.

Hay dos fuerzas disolventes operaban en la República Dominicana. Por un sector, la tradicional, la caudillista, y por el otro los intereses financiero y estratégico de los norteamericanos. Por eso la interrupción de abril de 1903 dio al traste con todos los sueños y condujo al país, también a los hostosianos y a la Iglesia, por caminos empobrecedores.6

Con sus planes educativos, Hostos previó la necesidad de crear “una clase letrada en aptitud de dirigir el país”. Pero la pugna de la escuela no dio mayores resultados.

La ley de escuelas normales de 1879 creó una generación de normalistas, pero el normalísimo no era ni causa ni efecto del desarrollo económico, en particular azucarero, de la época. El proyecto de ley de reforma educativa presentado por Hostos en 1901 no se materializó. Tampoco dio frutos la reforma de la educación de inspiración católica de 1895 que, con la muerte de Heureaux, llegó a su fin.

Hostos sufrió las revoluciones, y más de una vez su diario y su correspondencia dejan al descubierto sus angustias. “La situación de este pobre queridísimo país es de las que aconsejan la emigración, hasta yo mismo he pensado en ella; pero cuando me pongo a pensar en lo mucho que lo quiero y que lo quieren mis dominicanos, así como en la posibilidad de que aún me sea dado prestarle algún gran servicio, desisto de toda idea de emigrar”.7

El modelo educativo hostosiano perduró muchos años después del fallecimiento de Hostos en 1903. Sus procedimientos pedagógicos y su ideario moral conformaron una generación de maestros dedicados al servicio del alumno. Pero el deterioro de la sociedad dominicana, sus luchas caudillistas, y sobre todo la intervención norteamericana, pusieron en duda todas las ilusiones que ellos habían cifrado en las instituciones democráticas de los pueblos.8

Hostos, frente a la educación tradicional, tenía una visión negativa, no hacia las personas que la proyectaban, sino a la forma como se aplicaba. Según Hostos, este modelo de educación tiene varias debilidades, como son: el escolasticismo, el dogmatismo, memorismo y el interés por la retórica.9

Hostos trae una concepción educativa acorde con la realidad histórica, una educación científica que desterró de las aulas, en las que el dinámico maestro educó, toda idealización sobre los hechos y dirigió a los alumnos a usar más la razón. Su Escuela era considerada racionalista.

La religión ocupa un lugar no menos importante, pues Hostos como hombre tuvo que plantear su postura frente al absoluto. 

El autor es Obispo de la Diócesis Nuestra Señora de La Altagracia