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Una llamada puede salvarte la historia del día

Respuesta rápida ante una situación, cabeza fría para resolver un problema, un poco de insistencia también y una simple llamada pueden salvarte el día. ¿Qué periodista no ha estado alguna vez frente a un evento que demanda toda su atención y sagacidad? ¿Hay una fórmula para estar a la altura de las circunstancias? Ciertamente no la hay y estoy seguro de que dependerá de cada uno superar la prueba.

John Reed en Moscú, en 1917; Bob Woodward y Carl Bernstein en Washington, en 1972; John Holliman, Bernard Shaw y Peter Arnett en Bagdad, en 1991... la lista es inmensa y selecta, y salvando la enorme distancia con ellos, a todos nos ha tocado alguna vez demostrarlo. En mi caso fue el 17 de julio de 2010 cuando todos los medios anunciaron lo que parecía impensable: José Figueroa Agosto, el narcotraficante puertorriqueño que fijó su imperio en República Dominicana, había sido capturado en Puerto Rico, y su amante dominicana Sobeida Félix Morel, fugitiva como él, también se había entregado a las autoridades.

Era sábado y tenía, como el reportero gráfico Jorge Cruz, mi compañero de trabajo en el periódico Listín Diario, fin de semana libre. —¿Supiste?, le pregunté cuando lo llamé nada más saber la noticia—. Y luego, yo diría que casi instintivamente, le dije: “Nos vamos a Puerto Rico”. Así lo hicimos (la autorización del subdirector la conseguimos recién en el aeropuerto) y llegamos a San Juan pasadas las 7:00 de la noche. Tomamos un taxi hasta El Nuevo Día, el principal periódico puertorriqueño, donde pedí hablar con el jefe de cierre para que me orientara en el terreno, pero éste mandó a decir con el recepcionista que no podía atendernos y ahí empecé a alarmarme. Existe una suerte de código de solidaridad tácito que el gremio conoce y respeta, aunque por lo visto no para todos ya que lo intenté de nuevo y volvió a negarse. Pensé que a esas alturas lo único que me quedaba era hacer un “refrito” a partir de lo ya publicado y esperar a que por lo menos el lugar de origen de la nota (San Juan) nos distinguiera de los demás periódicos dominicanos. Así que tiré los dados por última vez: le pedí al colega, a través de nuestro interlocutor, que al menos me diera un número telefónico para corroborar los datos. Una hora después enviaba la nota a Santo Domingo, en cuyo primer párrafo el portavoz del FBI en San Juan confirmaba al Listín todo lo acaecido y aportaba más luces sobre el tema. Lo llamé desde la misma recepción de El Nuevo Día porque no tenía aún señal local, y con los dedos cruzados para que respondiera. Quizá el funcionario lo hizo porque conocía el número y eso me ayudó, no lo sé. Lo que sí recuerdo es que aquella vez Jorge Cruz y yo (que duramos una semana en San Juan y volvimos el mismo día que Sobeida Félix para redondear la cobertura) intentamos, y creo que supimos hacer la diferencia gracias a una simple llamada.

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